Esta ya no es una esfera de radios equidistantes acariciados por el Sol en su rotación; tampoco es ese pálido punto azul que tanto nos emocionara en las palabras de Sagan. No, no lo es. Ahora es una caja, un prisma rectangular con un profundo fondo; un fondo oscuro, lúgubre, sin luz posible; un fondo donde es imposible ver ni percibir siquiera las sombras de todas las Rand Abdel-Qader que jamás sabrán en qué momento tuvo lugar la metamorfosis espacial ni qué pecado cometieron más allá de creer en la primavera.