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El final de un camino que comienza

[1] Reconozco que me siento abrumado. De las muchas cosas que en mi vida he podido imaginar que me podían suceder, ninguna se acercaba a lo que representa un acto como el de esta noche; un acto que para ustedes es sincrónico (aquí, ahora, esto), pero que para un servidor y, sobre todo, para los dos grandísimos maestros con los que he tenido el honor de trabajar en los últimos meses es diacrónico.

Es posible que el día de hoy pueda enmarcarse en el memorial de muchos de los presentes como “el primero de…”, “el que da comienzo a…”, etc., pero no creo andar muy equivocado si les digo que para el trío de mosqueteros que estamos detrás del asunto no es así: hoy es el punto final de un camino que está comenzando.

El día de hoy debe ser visto como el final de una situación y el inicio de otra. Hoy termina o debe terminar el desconocimiento del maestro entre los periféricos; aquellos que, como un servidor, nunca supimos que en el seno de nuestra tierra hubo un músico de la talla de don Francisco Brito Báez (FBB), un músico que gozó en su momento de la admiración de discípulos y consagrados, pero que prefirió la libertad a vender su alma por placas de alpaca u oropeles, que en esto, parafraseando al narrador del Quijote, hay alguna diferencia en los autores que de estos casos escriben… De ahí que nosotros, los no-músicos, no supiésemos que hubo entre nosotros alguien que mereció los laureles más floridos y hermosos de cualquier jardín donde el verdadero arte tuviese allí su primavera perenne.

«¿Quién fue FBB?», pregunté cuando el maestro Rafael Sánchez, para mí su más aventajado discípulo —y poderosas razones tengo para afirmarlo, aunque no vengan ahora al caso enumerar—, me habló de él. Se ahorró explicaciones. Me dio a probar una grabación del Stabat Mater que conservaba. Lo miré fijamente. «El creador de esto», vino a responder.

Un reverendo ignorante como yo, un cateto a más no poder para vergüenza de los suyos como el que les habla, preguntó de manera innecesaria: «¿Es canario?». Más tarde yo mismo me respondería a la pregunta con esta reflexión que ahora comparto: Mozart pudo ser canario, y Bach, y Beethoven… Sus nacimientos son circunstanciales. Brito Báez pudo haber nacido en Salzburgo, Eisenach o Bonn, pero nació en Arucas. Esto ha podido marcar su proyección (como fue determinante para ella su manera de ser), pero no su genialidad ni la conclusión de que es necesario hacer lo posible para que lo ubiquemos en el lugar que le corresponde por méritos propios dentro del pabellón de músicos ilustres y universales, que no se rige por miras geográficas, sino demiúrgicas.

Si nada más hubiese hecho el maestro, con solo haber compuesto el Stabat Mater ya se habría ganado el derecho a pertenecer a este templo, igual que Cervantes, que podía no haber escrito nada más, pues solo el Quijote le ha valido para ser inmortal. Pero el maestro Brito Báez es el padre de muchas piezas que yacen custodiadas por su familia y por los cientos y cientos de alumnos y músicos que tuvieron el privilegio de compartir con él sus días y sus labores pedagógicas; piezas de una calidad excepcional y de un desconocimiento atroz por parte de los periféricos como yo.

¿Por qué? ¿Cómo es posible que FBB pueda ser para nosotros una rareza? No es justo ni razonable que una sociedad avanzada relegue a la cualidad de rareza a un músico como FBB, pues a su incuestionable valor como músico, docente y compositor habría que sumar, por un lado, el hecho de que fue coetáneo de todos los que están aquí presentes y, por el otro, que estuvo muy cerca de nosotros. No es un músico de hace siglos, ni sus orígenes y trayectoria son inciertos, ni laboró en tierras lejanas e inhóspitas… Si todo ello es así, ¿por qué este olvido?

Bromeo sobre mis conocimientos musicales: son básicos, superficiales… En comparación con mis compañeros de edición y con el extraordinario conjunto de músicos y cantantes que en breve pondrán en escena el Stabat Mater, estos equivalen a un “Me gusta la bandera” y poco más. Pero en la escuela y en el instituto me dieron música, me hablaron de Mozart, Bach, Beethoven…, me llegaron a mencionar a un tal Teobaldo Power y algún que otro músico de latón, más conocido por la prensa y sus medallas que por sus partituras. ¿Por qué no llegamos a conocer a un FBB? ¿Por qué mi alumnado no tiene ni idea de quién fue? ¿Por qué nuestra prensa y los responsables culturales institucionales o no lo conocen o hacen como que no lo conocen? ¿Qué falla cuando esto es así a pesar de que se acepta por quienes saben del tema que alguien como FBB es uno de los grandes, grandísimos, de la música en Canarias?

Tengo una obligación moral como ciudadano; pedagógica, por mi trabajo; y cultural, por mis inquietudes: defender lo que merece a mi juicio ser defendido. Podría justificar mi participación en este proyecto apelando a los vínculos que me unen con Rafa, que se remontan a su anterior proyecto musical y que me atan a un entrañable pasado “pecepero” con su hermano Rubén (él sabe de qué les hablo). Esto solo, sumado a la mutua admiración que nos tenemos, pudo bastar para implicarme en esta iniciativa. Pero hubo más. Ese punto de más es un principio de justicia social y cultural: tengo una obligación, sí, y ello pasa por defender, desde la humildad de mi atalaya, aquello que considero que merece ser defendido: hoy creo con firmeza que la obra de FBB debe ser defendida, difundida, mostrada y admirada por las generaciones presentes, y divulgada para las generaciones futuras.

Por eso me embarqué en este proyecto. Luego, mientras zarpaba el barco de nuestro puerto, descubrí a un Rafa más inmenso todavía, a un admirable discípulo leal, sabio como pocos, trabajador como el que más, soñador como el más aguerrido de los revolucionarios… Su vitalidad y fidelidad a su ideario emocional han logrado que sienta y viva el proyecto como algo que deba militarse, como si de una vocación se tratase: soy militante de la Obra esencial de Francisco Brito Báez, les diría…

De su mano conocí a Jose el Grande. Otro sabio; otro tipo inmenso que merece la pena conocer, tratar y sentirse parte de su universo. Destacaría algo en él que me parece digno de ser ensalzado: que teniendo una posición de ventaja por ser el hijo del maestro y por haberlo conocido más y mejor que cualquiera de nosotros dos, nunca dejó de aceptar nuestras propuestas ni impuso el privilegio de su situación para conducir ningún debate hacia la orilla de sus argumentos. Siempre fue uno más del grupo y en igualdad de condiciones con el resto, y eso dice muchísimo de su grandeza y su humildad.

Se lo crean o no, guardo en el cofre de los mejores recuerdos de todo lo que juntos hemos hecho nuestras reuniones en la Playa de Arinaga. Nunca tres horas habían sido tan insuficientes para tratar un punto del orden del día; y eso que nuestros encuentros tenían casi una decena de asuntos que tratar. Luego pasaba lo que pasaba: que teníamos que trasladar el debate al intercambio de correos electrónicos, y ahí nos tienen ustedes, a las tantas de la noche, correo va, correo viene…

Ha sido un placer trabajar con ellos y descubrir en mis compañeros de viaje el símbolo del buen quehacer y de la gratitud. Quiero insistir en esta última palabra: gratitud. Con ellos la he interpretado como el principio más noble del arte: compartir acrecentando lo entregado, no pedir más allá que una sonrisa, no complacerse con otra cosa que no sea la bendición de saber que ha valido la pena vivir para disfrutar de un momento como este: efímero, pues hoy será en breve historia; y eterno, porque se escribirá con letras de oro en los corazones de cuantos estamos aquí y ahora.

Donde podía haber egos (y en la música, como en cualquier otra manifestación artística, los hay y mayestáticos), repito, donde podía haber egos, hubo una piña, una voluntad manifiesta por dar las gracias al maestro, al padre, al ciudadano… y contagiar este deseo de gratitud en muchos que, de una manera u otra, deseaban exteriorizarla. La prueba más hermosa de esto que afirmo la tenemos en los músicos y los cantantes que esta noche trasladarán el navío de las obras de FBB, en concreto el Stabat Mater, a otra dimensión: donde antes navegaban en la gran laguna del planeta Tierra; ellos darán inicio al nuevo camino ubicándolas en el infinito estelar, para que puedan llegar a cualquier punto del Universo.

Usarán los remos del arte que atesoran y el velamen de la gratitud y el afecto hacia nuestro maestro. Sinceramente, los admiro a todos pues, de manera desinteresada, sin pedir nada a cambio, se han sumado a la llamada y han honrado con su participación en este acto a este primer tomo de la Obra esencial de Francisco Brito Báez y, por extensión, a toda la colección en sí.

Han sacrificado horas de descanso y horas familiares para venir a los ensayos, y han hecho un sobreesfuerzo por que todo saliese como al maestro le hubiese gustado que fuese. Y todo con una sonrisa y con la mejor de las voluntades, cohesionando con el afecto lo que se hubiese compactado si hubiesen tenido más horas de prácticas de las disponibles. El enorme trabajo realizado por ellos como grupo y por Jose y Rafa como directores merece nuestro más efusivo reconocimiento.

Entenderán el porqué en el referido cofre conservo también con mucho cariño el magnífico ambiente que se creó durante los días de ensayo del concierto de hoy: soy notario del brillo especial que iluminaba los rostros de los músicos y cantantes; y doy fe de que, sin haberlo conocido ni tratado, en aquellos ensayos estuvo presente el maestro. Lo sentí en cada esquina, en las notas que brotaban de las voces y los instrumentos, en la intensidad y sublimidad de los movimientos con los que nuestros directores tradujeron en belleza los caracteres impresos en las partituras…

La Obra esencial de Francisco Brito Báez nace de una voluntad de agradecimiento y de la generosidad con la que se concibe el proyecto como un bien cultural para una sociedad como la nuestra, por acotar el campo de influencia, aunque podría trasladarse perfectamente a un bien cultural mundial. Pero para que sea una realidad la colección, hace falta el concurso de agentes externos, independientes y que perciban de manera nítida la bondad de nuestro propósito.

Los editores de la colección hemos procurado seguir la estela de independencia y libertad con las que el maestro hizo su camino vital y profesional, y hemos evitado cualquier deuda institucional. En este sentido, me gustaría destacar el apoyo de Mercurio Editorial a nuestra iniciativa. Como podrán comprobar, la elaboración del libro ha conllevado un trabajo académico y creativo que se ha remunerado solo con la íntima satisfacción de saber que el resultado se ajusta a lo que queríamos que tuviesen en sus manos los lectores y los especialistas. Se han minimizado hasta donde ha sido posible los costes de la manufactura del producto y se ha creado un fondo que alivie los gastos que genere el próximo título. Cada libro ayudará económicamente al siguiente, alimentará las posibilidades de que vea la luz sin que haya ataduras que nos hipotequen los ánimos y la voluntad de seguir siendo libres para hacer lo que consideramos adecuado.

No vivimos de subvenciones; repito, no tenemos deudas institucionales, como no las tenía el maestro (de ahí, quizás, el insultante abandono al que ha sido sometido por parte de quienes podían ubicarlo en el lugar que le corresponde). Por eso, porque no hemos necesitado de ninguna subvención pública para que naciese el proyecto como colección, quisiera destacar el esfuerzo financiero recibido por la propia editorial y por Ron Arehucas. La contribución de ambos a la iniciativa ha hecho posible este libro como objeto físico y, sin duda, hará posible el resto de la serie. A todos les ha movido la generosidad de la empresa que nos motiva y, consciente del importante papel que desempeñan en nuestra sociedad como entidades creadoras de riqueza, han querido colaborar con el engrandecimiento del patrimonio cultural canario, como estación inicial, echándonos una mano para que todo lo que soñamos, imaginamos y creemos pueda ser real. Quiero, pues, expresar tanto a Mercurio Editorial como a Ron Arehucas, por la parte que me toca, mi más sincero agradecimiento por su ayuda y por permitirnos fijar los andamios de lo que ha de ser una colección que nos vinculará durante muchos años.

Porque sí, amigos todos, hoy es el principio de un camino que nos unirá durante muchos años. Percibo que se ha terminado una etapa y que comenzamos otra. Ya apunté que los músicos y cantantes serán los encargados esta noche de trasladar el Stabat Mater, el buque insignia de nuestra colección, de la laguna de su mundo privado, cercano y conocido a la inmensidad del océano estelar, donde los límites sean los del universo mismo, donde las galaxias se confabularán para que la brillante estrella del maestro ilumine nuevos mundos.

Con este cambio, todo cuanto hizo el maestro cambiará. No recuperamos la obra de Brito Báez porque nunca se perdió ni fue desconocida, sino que trasladamos el medio natural por donde ha navegado hasta ahora, que no es ni debe ser el jardín exclusivo de quienes lo conocieron y lo trataron. Ese no debe ser ahora su lugar; su lugar es este, el foro, el espacio donde el pueblo llano (los periféricos) elevamos pilares sobre los que colocamos a los hombres ejemplares, o sea, aquellos que tomamos como modelo por atesorar las virtudes y el talento que para nosotros y cuantos han de sucedernos quisiéramos.

Hoy hacemos más nuestro a FBB, queremos que su palabra musical resuene en los versos de nuestros particulares cantares de gesta. Por eso, amigos todos, hoy comienza un viaje hacia el fondo más profundo de nuestras emociones; un camino que será señalado con once tomos, once estaciones para la eternidad: en mayo habrá otra cita y dentro de un año, por estas fechas, también; les esperamos, si fuera posible, en el 2014; no nos falten en el quince; sigan con nosotros en el 2016 y completen esta travesía acompañándonos en el 2017, cuando en diciembre de ese año (o del siguiente, o del otro…) completemos el proyecto con el punto de partida: el tomo 0. Para entonces, la esencialidad ya habrá sido descubierta y será el hombre, el maestro, el que vieron, tocaron, oyeron y sintieron quien tome el protagonismo.

Cinco años de viaje como mínimo sobre las ondas que el maestro creó para que nos atásemos a ellas y, como Ulises y sus marineros, no sucumbamos a las sirenas, que oímos con estridencia fuera de la serena armonía de compases como los que esta noche nos van a bendecir. Nuestra Ítaca, por seguir con la homérica metáfora, es ese año tan lejano y, a la vez, tan próximo en el que descansaremos los tres y nos diremos con deje canarión: «Nos supo».

Sé que para entonces sabremos que esta obra esencial deberá crecer, evolucionar, a una obra completa. Pero esa es otra historia que deberá ser contada en otro momento. Lo que toca ahora es pedirles que suban con nosotros, que nos acompañen y nos ayuden a construir este monolito editorial y musical. Formen parte de esta historia, de esta ruta iniciada por muchos, asumida como misión por nosotros tres y engrandecida desde este instante por ustedes.

Amigos todos, contémplense, mírense hoy, aquí y ahora: el universo entero nos observa.

Muchas gracias por formar parte de este viaje,
y por cerrar la circunferencia para que sea perfecta


[1] Texto expuesto en la presentación del tomo I de la Obra esencial Francisco Brito Báez (Mercurio Editorial, 2012), que tuvo lugar en el Paraninfo de la ULPGC el 27 de diciembre de 2012.