Piezas inspiradas en una entrevista mantenida con Nora Navarro.
https://www.eldia.es/cultura/2020/06/20/profesiones-exigen-vocacion-docencia/1088029.html
1. Yo creo que, de un modo u otro, todos los libros son irremediablemente autobiográficos, y más cuando tienen tintes ensayísticos como Un docente y otros textos sobre educación. Como docente me siento culpable muchas veces, y en no pocas ocasiones me llevo decepciones por imprevistos que no se me había ocurrido que podían pasar; dudo mucho porque no sé hasta qué punto estoy sembrando bien la semilla que espero ver germinar y de esta duda llega la inquietud, el no-conformismo, el deseo de cuestionarme el trabajo que hago y buscar la manera de mejorar.
2. El día que no me sienta culpable o que ya nada me decepciones porque sienta que estoy por encima de todo y de todos, o que no dude ni me inquiete porque me crea en el centro del Sistema Solar, ese día lo mejor que puedo hacer es dejar la profesión, firmar donde sea una suerte de finiquito y mandarme a mudar.
3. Yo concibo un sistema que se divide entre lo que es obligatorio y lo que no lo es. En el artículo donde apunto esta reflexión, “6+4 vs 10”, planteo que una visión unitaria de la formación obligatoria debe implicar un cambio de percepción de la realidad educativa. El cambio que vislumbro conlleva más cohesión entre los colectivos que ahora parecen distintos y, en ocasiones, “muy distintos” (es necesario el entrecomillado): Primaria y ESO.
4. Creo que la sociedad, así, a lo grande, sin concretar, entiende que tiene que haber docentes porque no duda de la necesidad de que haya un sistema educativo. El problema está en que esa sociedad a la que me refiero no se ha preocupado por saber en qué consiste la función que desempeñamos. Muchos, tengan o no estudios, nos consideran privilegiados; nos ven como agentes de una profesión que cualquier puede llevar a cabo. A lo largo de mi trayectoria profesional he conocido a padres que sostienen que ser profesor no es una tarea complicada porque consiste básicamente en cuidar chiquillos, utilizar el libro de texto y poner exámenes, y aprobar a muchos para que no nos compliquen luego la vida. ¿Que cómo pueden llegar a esta conclusión? Sinceramente, no lo sé.
5. Concebir un sistema de enseñanza obligatoria en un solo bloque es una idea que hace tiempo vengo planteando en vista de la enorme brecha actitudinal que supone el paso de sexto de primaria a primero de la ESO. Una fisura que no afecta solo al alumnado, sino que llega hasta el profesorado. ¿Hasta qué punto un docente de primaria no debe participar en el quehacer de sus colegas de secundaria y viceversa? ¿Por qué dos etapas cuando el espíritu que las preside es el mismo?
6. Nosotros estamos unas pocas horas en el aula con sus hijos e hijas. Al finalizar la jornada escolar, sus hijos están bajo su amparo en todo momento. ¿Qué tal si dejamos que fuera del horario de clases los centros educativos se conviertan en los corazones de las ciudades? ¿Por qué no intentamos que la niña o el niño le diga a sus padres “esta mañana estuve aquí” y que, al día siguiente, le diga a su compañeros y profesores “ayer por la tarde estuve aquí”, y que ese “aquí”, señalando al edificio, se traduzca en aquello que apetece compartir?
7. Hay profesionales en el mundo exterior altamente cualificados para gestionar la seguridad de un centro educativo (son los mismos que gestionan infraestructuras delicadas); y creo que hay personal médico que debería estar constantemente en el centro y no confiar en que un docente sea capaz de utilizar un desfibrilador (cruzo los dedos para no verme en una situación de emergencia que lo exija). Creo, para no alargarme más, que hay en nuestra sociedad muchos que tienen que formar parte del desarrollo diario de todas y cada una de las diferentes comunidades educativas que hay porque los centros también les pertenecen y porque tienen derecho a formar parte de esa minisociedad en la que se convierten los centros, donde hay derechos y hay deberes, y donde participan algunos colectivos (pocos) que no son exclusivamente pedagógicos: personal de administración y servicios, personal de limpieza, el de mantenimiento… Me gustaría que hubiese también personal de seguridad, sanitarios, jardineros, etc.
8. Si nos quejamos de las ratios, de la insuficiencia de docentes, de la inestabilidad de las plantillas, en suma, de mil y un asuntos, pero vemos año tras año que nada se hace al respecto, es inevitable que empecemos a asumir que el mal endémico va parejo con el trabajo que desempeñamos. ¿Lo malo? Que terminamos por aceptar la situación, que nos acostumbramos a que nada de lo que necesitamos llegue, que vemos allá arriba a quienes apenas son capaces de ver a los que estamos abajo.
9. Un docente y otros textos sobre educación es un libro que suma, que busca sumar, que busca contribuir humildemente con ese proceso de reflexión al que se somete de manera constante el sistema educativo por parte de sus usuarios.
10. Soy un defensor a ultranza de la enseñanza pública y, por extensión, de todos los servicios públicos. En algunos de los textos de Un docente y otros textos sobre educación, esta defensa es sumamente explícita; en otros, va implícita en el sentido del mensaje. Reivindico la calidad de esta enseñanza y, por supuesto, el buen hacer sus profesionales; y demando que haya una voluntad de servicio al usuario por parte de todos los que integran el colectivo docente.
11. La precarización laboral de los docentes es el resultado de una falta de interés por parte de quienes nos han de proteger y velar por que nuestro trabajo se realice en unas condiciones mínimas de calidad para que los resultados sean los que todos esperamos. Lo preocupante aquí es que no sabemos por qué existe esta falta de interés, si se supone que están ahí, donde nos pueden atender, porque son conscientes de los problemas que nos aquejan.
12. Quizás tengamos los docentes que hacer algo por dignificar más nuestra profesión. Eso se puede conseguir si conseguimos que las familias se impliquen más en el día a día de los centros y de nuestra labor. Y eso se puede lograr si quienes velan por nosotros articulan medios para que esta implicación tenga un punto de obligatoriedad. La participación de las familias no puede ser una posibilidad que ofrezcan las comunidades educativas, sino un deber inexcusable. Es necesario que sepan cómo trabajamos, que se den cuenta de hasta qué punto hay un compromiso de los docentes con la calidad educativa.
13. El profesorado hace labores que otros profesionales podrían llevar a cabo perfectamente. Pongo un ejemplo: las guardias. Sé que este tema lleva a debate en muchos frentes y que tengo compañeros (excelentes profesionales, eh, que conste) que les parece bien estar en un lugar de la entrada del instituto dando permiso o no a un familiar para que se lleve a su hijo, o vigilando un pasillo… Sinceramente, creo que cada hora de trabajo que invertimos en hacer guardias deberíamos emplearlas en otros asuntos más acordes a la plaza que ocupamos, más centrados en lo académico y no en lo administrativo o en lo tocante a la seguridad, por seguir con el ejemplo.
14. La precarización laboral tiene que ver de alguna manera con el concepto que se tiene de los docentes y, por extensión, de quienes ejercen su trabajo en los servicios públicos. La falta de consideración hacia los docentes es extensible a la que hay hacia los sanitarios, hacia los funcionarios de justicia, hacia los responsables de los cuerpos y fuerzas de seguridad; hacia quienes trabajan en los servicios de atención al ciudadano en ayuntamientos, cabildos y gobiernos autonómicos, etc. Esa falta de consideración se traduce en violencia verbal y física por parte de los usuarios, en desatención por parte de nuestros superiores, en desamparo ante lo que se ve como una desautorización en toda regla del trabajo que llevamos a cabo.
15. Los centros educativos están cerrados por las tardes. ¿Qué tal abrirlos? ¿Qué tal dejar que el vecindario haga uso de las instalaciones para hacer deportes, reunirse, charlas, llevar a cabo clubes de lectura, enseñar a los padres a estudiar con sus hijos… lo que sea? ¿Por qué un centro educativo no puede ser un centro social? Quizás, si así fuera, las familias verían cómo son las aulas, los pasillos, cómo están decoradas las paredes…
16. No trabajo en una factoría que hace objetos en serie y que las distintas piezas que los componen siguen un orden de colocación. Trabajo con seres humanos. Trabajo con docentes y discentes con una percepción de la vida y del mundo muy particulares. Cada curso escolar es una experiencia nueva y, como en todas las experiencias nuevas, siempre surgen situaciones donde la culpa, la decepción, la duda y la inquietud está presente. Son las revoluciones anímicas del día a día, del vivir la docencia de una manera tan intensa.
17. Pienso en los docentes y siento que esta solidaridad entre quienes ahora están en etapas diferentes, ahora unificadas, también ha de afectar al alumnado, sobre todo al que no ha digerido bien el cambio de etapa. No creo que esta necesaria cohesión se resuelva con esporádicas reuniones de coordinación de primaria y de secundaria. Es necesario hacer un frente común entre las dos etapas para resolver problemas comunes. Pensar en clave de diez años de escolaridad obligatoria permite forjar la idea de que estamos en el mismo barco y que la responsabilidad del colectivo se extiende tanto al alumnado del primer año como al que cursa el décimo.
18. A veces, cuando surge el tema de la situación precaria de los docentes dentro de mi círculo profesional, termino afirmando que vamos escapando, que lo que importa es ese ahora en forma de próxima clase, de próxima reunión con los padres de un alumno, de charla con un discente para resolver un tema puntual… Nos estamos olvidando de mirar hacia el futuro de la profesión. Asumo la parte de culpa que me corresponde por ello.
19. Un docente y otros textos sobre educación es el libro que todo docente, de un modo u otro, desea componer en algún momento de su vida, ya en activo, ya fuera de las aulas. Surge de una reflexión sobre el sistema, sobre lo que uno considera que son sus fallos y sobre lo que uno entiende que pueden ser sus mejoras. Todo ello asumiendo que uno no está en posesión de la verdad absoluta.
20. Llevo toda mi vida vinculado a la educación. Primero como alumno; después, como docente. Todos los comienzos de año que conozco no se dan el 1 de enero, sino en septiembre. Un docente y otros textos sobre educación recoge mi experiencia como docente (que abarca ya las dos décadas) desde una atención muy especial a lo que fue mi etapa como discente. Es importante que un profesor no desatienda que hubo una etapa de su vida en la que fue alumno.
21. Yo concibo mi trabajo como un ejercicio de servicio a la sociedad que pertenezco. Los integrantes de esta sociedad, la nuestra, aquella con la que convivimos, depositan en mí su confianza permitiéndome que integre el colectivo encargado de formar a sus hijas e hijos. Esa confianza no se puede dañar, es sagrada, es única porque lleva implícita el deseo de que haya un futuro mejor para todos y cada uno de los discentes que llegan al sistema educativo. Un futuro mejor para ellos es, a la larga, un futuro mejor para todos nosotros. Por eso entiendo que mi labor y la labor de todos los que trabajan conmigo en la educación requieren de un máximo de entrega.
22. Las familias tienen el derecho a conocer el día a día de lo que hacemos, conocer nuestras programaciones, saber qué pensamos como profesionales, preguntarnos por nuestro trabajo; tienen este derecho que es, a la vez, un deber. Es obligatorio (debería serlo) que las familias conozcan nuestras programaciones, que se preocupen por nuestra manera de ser como profesionales, que nos interroguen sobre lo que hacemos en el aula.
23. La tragedia que nos ha asolado de marzo para acá con el confinamiento debido a la pandemia producida por la Covid-19 ha demostrado el compromiso de los trabajadores de la enseñanza. Espero que las familias valoren el enorme esfuerzo que todo el profesorado ha hecho para atender a sus hijas e hijos en unas condiciones muy complicadas. Ese esfuerzo multiplicado por mucho es el que se lleva a cabo todos los días en los centros educativos.
24. Pocas profesiones exigen tanta vocación como esta. Ser docente implica un compromiso con la sociedad. Quien no quiere asumirlo, debe hacerse a un lado y dejar que otros con verdadera vocación lo asuman.
25. Podemos mejorar la manera de ofrecer de informar a las familias sobre nuestro trabajo docente, hay medios para ello; el problema es que no hay interés por conocerlo. ¿Por qué?
Una inquietud. Me preocupa mucho cómo se afrontará el curso 2020/2021, el primero tras la el confinamiento ocasionado por la pandemia, porque entiendo que es muy difícil articular un sistema que permita coordinar a discentes y docentes en espacios tan reducidos y atendiendo a un sinfín de requisitos: que si la distancia interpersonal, que si la mascarilla, que si en el recreo esto…, que si lo otro…, que si la enseñanza a distancia por un lado y la presencial por el otro… Son tantos parámetros que hay que manejar que me temo el que dos cosas vayan a suceder: o que de repente nos olvidemos de tantas restricciones y parezca que aquí no ha pasado nada (lo que viene ocurriendo con la actual “desescalada”); o que invirtamos tanto tiempo y tantas energías en los requisitos que nos olvidemos de para qué estamos en un centro educativo. Me inquieta la duda de si al final de cada jornada me voy a sentir culpable y decepcionado conmigo mismo cuando llegue a casa y diga: “No he dado clase pidiendo la distancia interpersonal, las mascarillas, el que no se junten, el que se separen, el que vayan por aquí, el que se limpien las manos con jabón, etc.”. Estoy exagerando, lo sé, pero…