Somos más libres de lo que podemos imaginar.
Tenemos dedos para apagar y desconectar aparatos.
Y disponemos de una capacidad que las máquinas no tienen:
decir si nos gusta o no
un libro,
un disco,
un cuadro…
La inteligencia artificial nos hablará solo
de detalles técnicos,
de datos,
de rutinas de pensamiento almacenadas,
pero
no sabe qué se siente cuando…,
no sabe de qué color se pintan ni cómo suenan la alegría y la tristeza en los corazones,
no sabe de emociones,
no sabe enamorarse ni decir: «Me gusta», ni odiar y decir: «Me disgusta»,
no sabe utilizar la primera persona del singular.
Somos más libres de lo que podemos imaginar.
Solo hay que romper con lo encendido.
Basta con pulsar el botón «off».