Archivo de la categoría: COVID-19

¿Desobediencia, irresponsabilidad, maldad? (Sobre la COVID-19 en la escuela)

Dato 1. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la “juventud” está distribuida en cuatro estados: preadolescencia, de los 10 a los 12 años; adolescencia, de los 12 a los 19 años; adultos plenamente jóvenes, de los 20 a los 24 años; y adultos jóvenes, de los 25 a los 30 años.

Pregunta 1. ¿A partir de qué edad se puede dar una orden clara y sencilla a un preadolescente y un adolescente mentalmente sano para que la cumpla? Repito: una orden clara y sencilla. Ejemplos de órdenes claras y sencillas: «ponte en la fila», «afila el lápiz», «haz la cama», «recoge la ropa tirada», «recorta por la línea de puntos», «entra por la otra puerta», «limpia lo que has manchado», «anota en el cuaderno lo que te voy a dictar», «ven mañana, ahora no te puedo atender», etc. Órdenes sencillas y claras son estas, ¿verdad? ¿Un preadolescente y un adolescente mentalmente sanos tendrían dificultades para llevarlas a cabo?

Dato 2. Según la OMS, las medidas de protección básicas para no contagiarte de COVID-19 y no contagiar son estas: lleva siempre mascarilla si no puedes mantener la distancia social de dos metros, o sea, siempre, pues en las ciudades esa separación siempre se ve comprometida; lávate con frecuencia las manos (agua y jabón o desinfectante alcohólico); no te toques los ojos, nariz y boca; y si toses o estornudas y no tienes la mascarilla (lo que no debería ocurrir), cubre tu nariz y boca con el codo flexionado o con un pañuelo. ¿Cabe calificar a las enumeradas como instrucciones complicadas de llevar a cabo? Yo creo que no.  No se pide una semana de ayuno, no se reclaman tres horas diarias de ejercicio físico, no se demanda la ingesta de medicinas o la realización de actividades que requieren de un nivel intelectual elevado. No. Lo que se pide es sencillo y claro.

Pregunta 2. ¿Un preadolescente y un adolescente mentalmente sano puede cumplir con las instrucciones que dicta la OMS para que se proteja y nos proteja del COVID-19 y que conoce por los medios de comunicación, por sus coetáneos, por los adultos con los que convive y, cómo no, porque informan sobre ellas en su centro educativo? Las instrucciones de la OMS reproducidas, ¿son complicadas de llevar a cabo para un preadolescente y un adolescente?

Dos datos y dos preguntas acabo de exponer para situarme en un punto desconcertante de lo que ha de ser la vuelta a la actividad escolar: el de la desobediencia. ¿Y si el problema de las clases presenciales, en el fondo, no deja de ser un terrible reconocimiento explícito de que tendremos en las aulas la misma mala educación e irresponsabilidad que hemos percibido en la sociedad durante las fases de rebrote de la pandemia?

Lo que debería ser normal, natural, razonable, incuestionable… es que si una autoridad dice «pónganse las mascarillas», «no se mezclen en los recreos», «no compartan el material escolar», «utilicen el desinfectante», «sepárense», etc., los discentes cumplan con lo que se les está ordenando porque no se solicita nada que merezca calificativos como indigno, cruel, humillante, despiadado…

Lo que no es aceptable o no debería serlo es que el problema de la vuelta a la actividad presencial en los centros educativos se pueda sostener sobre el convencimiento de que los usuarios van a ser desobedientes y que no van a cumplir con las instrucciones sencillas y claras que se les va a dar; y, lo que es peor: no porque no las entiendan, sino porque no quieren.

Llegados a este punto, solo me cabe concluir que la mayor garantía para que las clases presenciales sean una realidad factible y relativamente poco problemática pasa exclusivamente por la conciencia y buena voluntad de los usuarios en el cumplimiento de las sencillas y claras normas que dicta la OMS y, por extensión, todos los organismos nacionales vinculados con la salud pública.

Podrán elaborarse cuantos protocolos de intervención deseen las autoridades sanitarias y educativas, pero si el destinatario de estas instrucciones no está por la labor de su cumplimiento, mínimo será el éxito que quepa esperar de su implantación. Y da lo mismo que lo que se pida sea sencillo y se haya expuesto de la manera más clara posible.

Desde esta perspectiva, la desobediencia no anda muy lejos de la irresponsabilidad; y esta, a su vez, nos guste o no, de la maldad. La desobediencia y la irresponsabilidad pueden doblegarse a través de medios coercitivos, lo que no deja de ser una tragedia porque, repito, se está pidiendo algo que es fácil de realizar y que beneficia al colectivo del que forma parte el infractor. Pero la maldad…