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De la vida VII. Senado de los egos 4

[…] Son estos, senadores, los principios para una teoría universal de los intereses políticos esenciales:

ser humano

En tanto que ser, todo gira alrededor de la supervivencia, garantizada con la solidez de la salud, que se desea cuando no se tiene y se olvida cuando está presente. Para que esta no falte, tres pilares fundamentales se requieren: el alimento o sustento para nutrir el organismo, lo que permite su evolución; el techo o cobijo, trasunto del espacio donde ha de ubicarse el ser para poder descansar y protegerse de aquello que pudiera dañarlo, lo que permite su conservación; y las medicinas o sustancias y cuanto permite reparar el organismo de sus desajustes. Un ser debe evolucionar, protegerse y repararse.

En tanto que humano, la educación permite la construcción de ese universo de conocimientos, valores e impresiones sobre el que se debe asentar la noción personal, ese particular yo, de todas y cada una de las individualidades. Para gestionar la convivencia de los “yoes” y sea posible un “nosotros” se hace imprescindible la justicia, quien debe determinar los parámetros de cómo el colectivo protege al colectivo y cómo el colectivo dirige al colectivo. Un humano exige educación y justicia.

El ser humano es dado, surge, está; y en tanto que está, que existe, que no se puede ignorar su presencia, demanda el cumplimiento de las condiciones necesarias para que su supervivencia sea posible y su lugar dentro del colectivo, gracias a tener claro quién es, el que le corresponde.

La salud, la educación y la justicia deben ser protegidas por el gran colectivo, el de los seres humanos. Es de todos para todos. Los beneficios particulares no tienen ninguna justificación biológica ni social.