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Decálogo combateatral de La República

Durante los días 12, 13 y 14 de junio de 2025, Teatro La República, con motivo del trigésimo aniversario de su creación, organizó en la Sala de Conferencias José Monleón del Teatro Auditorio de Agüimes un ciclo de mesas redondas sobre el pasado, presente y futuro de la compañía y, por extensión, de las artes escénicas en Canarias.

Tuve la inmensa fortuna, el colosal privilegio, la enorme felicidad de participar en la primera puesta en común, que respondió al título de “Crítica, crónica y memoria”. Me acompañaron cuatro puntales en el asunto que nos convocaba: Carmen Márquez Montes, Victoriano Suárez Álamo, Diego Hernández Sosa y, en calidad de moderadora, Isabel Delgado. Mi intervención giró en torno a un decálogo con el que pretendía mostrar, a grandes rasgos, las características y singularidades de Teatro La República y, con ello, su incuestionable aportación al panorama cultural y social de Canarias de las últimas tres décadas para entendernos como pueblo, resistir frente a tanta adversidad y asimilar la importancia de caminar juntos.

A modo de prólogo de mi enumeración, utilicé esta cita de A quemarropa, la obra que estrenaron en 2012. Dice así: «Hacemos teatro a lo bonzo. Teatro que busca la pegada definitiva en tiempos de contaminación silente. Teatro a bocajarro porque nos mueve la proximidad violenta de las palabras y acciones… Aunque es un acto de guerrilla en toda regla, no espero que nuestro disparo atraviese tu cabeza y te haga despertar… Y aunque aún no hemos perdido la esperanza, el fonendoscopio nos marca un latido social que empieza a debilitarse… Mala suerte…».

Tras este impactante preliminar, vino la declaración de las siguientes diez anotaciones sobre este TEATRO…

[1] …de la memoria. En el nombre, la actitud. No se alude a una república como sistema democrático donde las ideologías de un lado y de otro tienen un lugar. No es una república comparable a la de muchos países de la Tierra que llevan esta palabra en sus denominaciones. No. Esta república que nos convoca es La República, en mayúscula. Es la situada en España entre 1931 y 1939. Es la que acoge los ecos de la que fue eliminada por las derechas en un golpe de Estado, una guerra civil y una dictadura.

He aquí, en el corazón de la compañía, un reducto de maquis que, de tanto en tanto, en cada representación, en cada intervención, hace sus incursiones en defensa de lo que fue y significó, como instante de paz y progreso colectivos, lo arrebatado: La República (en mayúscula, por supuesto).


[2] …MISIONERO. La República que se rescata es la de las Misiones Pedagógicas, creadas por Manuel Bartolomé Cossío un 30 de mayo de 1931. Es La República educativa la que está permanentemente presente en el espíritu y la disposición del teatrero grupo; la que difunde la cultura y contribuye a generalizar sus beneficios intelectuales y emocionales; la que piensa en el pueblo y actúa para el pueblo; la que toma el testigo de aquellas loables iniciativas como el Teatro del Pueblo, de Alejandro Casona; el Teatro Guiñol o Retablo de Fantoches, de Rafael Dieste; y el Teatro Universitario de La Barraca, de Federico García Lorca, y El Búho, de Max Aub.


[3] …DIDÁCTICO-COMBATIVO. La actitud misionera y pedagógica transforma a cuantos se acercan a la compañía (actores, público, crítica…) en adeptos a una convicción: a la cultura oficial —tibia, cómoda, de ánimo comercial, burgués, preocupada en las figuraciones— se ha de contraponer la agitada —abnegada, constante, sólida—, la que lucha por que se asimile y expanda el altermundismo, o sea, el certeza de que un mundo mejor es posible.

De ahí que sea un teatro movilizador. Quienes forman parte de su órbita, con independencia del sitio que ocupen, están llamados a integrarse en este movimiento bueno, sano, enriquecedor, inexcusable, revolucionario (nada que ver con el otro movimiento, el que paradójicamente, desde las altas esferas, paró este país, el que detuvo su avance y lo convirtió en un cruel y estático monolito). Es el que nos convoca un teatro que piensa en el pueblo, actúa para el pueblo y, para que sea efectivo, necesita que intervenga el pueblo.


[4] …FILANTRÓPICO. El bien colectivo es el que impulsa la voluntad y el hecho teatral. El didacticismo que envuelve a sus producciones es ajeno a cualquier afán exclusivamente crematístico. Lo que interesa es lo que se siembra y de aquello que se siembra solo se esperan beneficios en lo intelectual y en lo emocional. Lo que no enseña, no remueve conciencias, no genera pensamientos y sensaciones, no zarandea el ánimo, se descarta.


[5] …HUMANO. Incluso, humanista en su concepción del hombre como medida de todas las cosas. El logotipo nos muestra a un Homo sapiens que, de perfil, mira a la izquierda, que señala el pasado; y a su lado, a mi juicio, no un mono, sino la representación del primer homínido, que proyecta su vista a la derecha, una suerte de metáfora del futuro. La imagen constituye en sí una declaración conflictiva: ¿Vamos hacia un primitivismo que deberíamos haber superado tras tantos miles de años de evolución? ¿Nos ayudará a frenar esa tendencia el contemplar lo dejado atrás y asumir que habrá que rehacer lo que pudiera ser que nos dañara como sociedad?

Entronca esta interpretación con la de teatro de la intemporalidad, pues, se mire por donde se mire, los problemas que aborda han existido siempre, de un modo u otro; y la voluntad por atajarlos, también.


[6] …SIMBÓLICO. Por influencia de su condición de teatro didáctico y humano, los personajes que pululan por las obras poseen las cualidades propias de los símbolos. Las dudas y las esperanzas, la conciencia de la lucha diaria por la justicia social y la sujeción a los instintos de supervivencia que nos determinan como especie adquieren en cada propuesta escenográfica una dimensión que va más allá de una simple finalidad argumental, pues son pilares sobre los que se edifica el pensamiento constructivo y combativo que da sentido al quehacer de la compañía.

Es un teatro esencialmente defensor de la libertad, entendiendo por “libertad” el estado en el que cualquier represión alienante ha sido eliminada o, al menos, reducida a su mínima expresión. Es un teatro pacífico que ha declarado la guerra a las tiranías del sistema. Por eso, es un teatro de denuncia, pues en todo momento da voz a las víctimas; y toda víctima lo es como resultado de un acto déspota, o sea, de una fuerza superior y adversa que atenta contra su individualidad y contra su aportación a la colectividad que pertenece. En esto, se mire por donde se mire, también estamos ante un teatro de la opresión.


[7] …DE MENSAJES. El mensaje, envuelto en palabras y gestos, está por encima de todo. El decorado, las luces, los sonidos y los recursos audiovisuales quedan absolutamente supeditados al contenido que se pretende comunicar. Si no forman parte del concepto que se desea transmitir, no sirven. Es este un teatro de la intención y, principalmente, un teatro de la utilidad. Todo tiene un sentido último: aquello que se ha de asentar en el entendimiento, lo que se ha de asimilar y servir de estímulo para la acción. Se elimina cualquier manifestación visual y/o sonora anodina. La insustancialidad no es una opción.


[8] …TRANSPARENTE. El público de La República está al tanto de lo que se va a encontrar cuando asiste a una función. Sabe qué sensaciones va a recibir, qué impactos emocionales van a generarse en su interior, con qué enfoque se abordará la trama que se desarrolle. No se le entrampa.

No hace falta esconder los fundamentos ideológicos con los que se articula cada propuesta teatral; al contrario, estos se revelan desde el primer momento. De ahí que este sea un teatro de adhesiones y, por qué no, de afinidades políticas.

Cada cita con Teatro La República es una suerte de evento litúrgico en el que, a modo de mantra, se reitera el propósito primordial del llamamiento convocante: al pueblo desde el pueblo siempre.


[9] …MUDABLE. No hay dos representaciones similares de una misma obra. El libreto se metamorfosea constantemente; está en permanente evolución. Cada actuación es única porque todos los elementos que confluyen en cada función están sujetos a unas coordenadas emocionales sincrónicas. La actitud condiciona la expresión y la recepción. La transformación implica frescura, novedad, no repetición automática de lo que contiene el texto literario, lo que se traduce en una continuada renovación de cuanto envuelve la finalidad última del mensaje, que se adapta a la situación en la que ha sido emitido.


[10] …DE LA PERSONALIDAD. Nacho es La República. De ahí que no sea descabellado plantear incluso si no estamos ante un teatro irrepresentable si él no estuviera presente.

La figura de quien está al frente de la iniciativa misionera constituye una forma más de entender la propuesta teatral que nos ofrece y no porque cuanto hay tenga que girar a su alrededor y deba hacerse como él quiere que se haga y punto (al contrario), sino porque todo arranca y confluye de manera efectiva porque él es el responsable de activar los mecanismos y las sinergias: lanza la idea, conecta mentes y corazones, encarrila los vagones de cada proyecto para que lleguen al destino deseado.

El material de La República, en otras compañías, sin él, sin esa capacidad innata que posee para socializar la experiencia colectiva, no sería el mismo. Nacho es un elemento más de la escena, es un actor más. Es la voz narrativa de esas historias que nos reúnen desde las tablas y que, con amoroso compromiso, abrigan nuestro juicio.