¿Adónde va lo que no se vende? Por ejemplo: ¿por qué se siguen fabricando objetos si hay millones ya fabricados y sin vender? Supongo que la respuesta debe ser un cóctel donde entran vocablos como «economía», «trabajadores», «industria», «paro» y no sé cuántas palabras más. Todo eso junto más lo que no he enumerado vendrían a componer la idea de que es muy negativo dejar de fabricar.
Puedo entenderlo por una parte; pero confieso que, por la otra, no; no le veo sentido alguno porque lo que sobra y no se usa se estropea; y si se estropea, ya no es que no se quiera utilizar, es que no se puede. En esta visión tan simplista de las cosas se puede concluir que se fabrican objetos de uso con el convencimiento de que no se utilizarán. ¿Es razonable desde el punto de vista práctico?
Es posible que sí lo sea desde el ámbito de la teoría económica, es posible, repito; aunque tampoco es que le vea mucha lógica: ¿Por qué invertir en productos que no van a dar beneficios?
Las semanas trágicas del COVID-19 han mostrado cómo muchas empresas y fábricas se reconvertían y dejaban de hacer lo que estaban haciendo hasta ese momento para empezar a crear nuevos productos acordes a la necesidad: que hacen falta respiradores, muchos agentes especializados en electrónica y mecánica hacen respiradores y se olvidan de cuanto antes elaboraban; que hacen falta mascarillas, lo mismo; que…
Cuando se termine esta situación tan complicada generada por el citado coronavirus habría que replantear la versatilidad de muchas empresas con vistas a, por un lado, evitar excedentes y, por el otro, atender demandas puntuales y elevadas de productos. Adaptación al medio vendría a ser. Una virtud que permite la supervivencia.