Gara gana

Gara gana, sí, y no dejará de hacerlo mientras solo muevan a quienes la difaman y la señalan, como ahora ocurre, intereses ajenos a la justicia y, lo que es peor, a la verdad.

Gana y ganará Gara cuando, sobre el tapete de los poderosos, haya tipos incapaces de manejar cartas sin sentir la necesidad de hacer trampas ni de esconder para sí falsos ases con los que intentar conseguir la victoria en una contienda personal (siempre es personal) que —ante la historia, la honradez, el honor y la sociedad— perderán constantemente de un modo tan incuestionable como miserable.

Gana, por supuesto que sí, porque nada ha hecho para que se la ofenda y se le haga pasar el mal rato que debe estar pasando, para que se la cuestione y se le reproche el que defienda con libertad, sin hacer mal a nadie, con el respeto debido y la suficiente magnanimidad en el ánimo aquello en lo que cree y que desea compartir —no imponer— con nosotros, pues considera que nos puede resultar beneficioso.

Gana porque su único delito, como el de tantos afines suyos, ha sido incumplir la “omertá” que los principales gestores de nuestra actual democracia han impuesto y que se sostiene sobre una locución de aromas cesarianos: «Calla, acepta, cobra».

Gana, sí, porque es muy sencillo derrotarla: demostrar que ha hecho lo que no debía, que se ha aprovechado de las fisuras del sistema para acceder a puestos de relevancia gracias a los cuales dispone de un sueldo más elevado que el del presidente del Gobierno sin hacer prácticamente nada u obtener vía libre para vender a instituciones públicas productos defectuosos cobrándolos como si fueran una exclusiva quintaesencia.

Gana Gara porque cuando no se puede probar que se es contrario a la honradez, a la bondad, a la generosidad, al cumplimiento escrupuloso y respetuoso con la justicia, al trabajo serio y responsable, al demostrable esfuerzo diario por mejorar la vida de los ciudadanos (sean de la condición que sean y vengan de donde vengan) y a la conciencia clara de que juntos podemos conseguir un mundo más justo, solidario, sano, igualitario, feliz…, repito, cuando no se puede evidenciar que no se cumple con todo lo enumerado, nunca, jamás, se pierde.