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A Luis López Sosa, la última

Aquella lejana conversada en Vecindario, amigo Luis, cuando me dijiste que adelante y te respondí que me alegraba y mucho de tu decisión, aflora en mi memoria mientras contemplo los siete espléndidos tomos de Toponimias y antroponimias de Telde, una compleja y ambiciosa empresa cultural y social a la que has dedicado, de forma consciente, no menos de tres décadas; y, sin proponértelo, una vida entera, pues donde la información no llegaba lo hacía tu experiencia, tu día a día en una tierra que nos has enseñado a amar de un modo singular.

Recuerdo la firmeza de tu declaración: que todo ya estaba prácticamente hecho y que la mayor cantidad de trabajo que debía realizarse no pasaba de ordenar y hacer los ajustes necesarios a los materiales que habías elaborado durante tantos años. «Soy un jubilado, tengo tiempo», me decías; y me apuntabas que, además de este, otros proyectos editoriales tenías en mente; aunque ninguno de la importancia del que nos ha vinculado. Nos contagiamos la ilusión por la iniciativa y le dimos la intensidad oportuna con el fin de que no decayera: un volumen por año bajo unos criterios de composición y edición, y un procedimiento para que viera la luz la serie prevista. Sin darnos cuenta, amigo, surgió una suerte de ritual. Fijamos las fiestas en honor a San Gregorio como la fecha de referencia de cada título.

Llegó el primero, dedicado al distrito I (San Juan y San Francisco). Qué felicidad tenerlo en nuestras manos, ¿te acuerdas? Al poco de la presentación, nos vimos nuevamente en Vecindario. Me diste un ejemplar firmado. Hojeamos juntos el tomo. Disfrutamos un instante de aquel primer libro y, enseguida, porque teníamos claro lo que queríamos, empezamos con el segundo. No me olvido de cómo la conversación nos fue llevando a través de las calles de San Gregorio. Cada uno habló de su particular Llano de Jaraquemada. El prólogo debía componerlo quien lo hizo: el Cronista Oficial de Telde, don Antonio M.ª González Padrón. Nadie mejor que él para abordar este distrito censal, que era muy especial en nuestra industria porque representaba la consolidación de la iniciativa editorial a partir de un espacio que, como te señalé en muchas ocasiones, me resulta muy significativo. Hasta ahora, a pesar del tiempo transcurrido, no me había percatado de cómo la experiencia vivida con el segundo tomo fue decisiva en la futura composición de mi “Perenne San Gregorio” (La Provincia, 20 de noviembre de 2020).  

¿Te acuerdas de que el tercer título llegó con la advertencia de que iba a ser un volumen generoso? El del distrito II apuntaba maneras (389 páginas), pero este le ganó la partida: 448. Nos alarmó que eso trajera consigo un aumento considerable del precio del libro, mas no hubo tal por el firme interés que siempre mostró la editorial hacia el producto. Ganado el impulso de la empresa que nos propusimos gracias al buen arranque y con un plan de viaje sólido y ya consolidado —valga el juego sonoro—, qué lejos estábamos de imaginar que este “problema” mercantil, que era el que más nos preocupaba entonces, junto con la distribución de ejemplares en bibliotecas y centros educativos, terminaría siendo la menor de las inquietudes, la más chica de las zozobras, una bagatela en comparación con el desastre que se avecinaba.

Como los grandes, amigo Luis, te fuiste sin irte, dejando un legado y buenos mimbres para su continuidad. ¿Sabías que esta es una manera de acceder a la inmortalidad? Cerramos el distrito III, centrado en Jinámar y prologado por un especialista, don Isaac Mendizábal Rodríguez, que ha sido muy importante en el proyecto editorial que nos ha vinculado. Recuerdo los parabienes que le dedicaste tras la publicación de su Historia de Jinámar (Beginbook Ediciones, 2019), que vio la luz en la misma colección que Toponimias y antroponimias de Telde. Buen fichaje el de este joven historiador y docente, como se ha demostrado.

Sobre lo que vino al poco de tú irte, qué voy a decir que ya no expusiera en el panegírico que te dediqué al principio de este tercer tomo. A tus lectores les conté que habíamos acabado de editar el libro a comienzos de mayo y que faltaba una última mirada al conjunto, a la prueba final, para hacer luego las gestiones oportunas de cara al envío de la obra a la imprenta. ¿Recuerdas que en los dos primeros títulos estas labores las realizábamos en septiembre? Eso dije; y que en esta ocasión, debido al confinamiento por culpa del COVID-19, adelantamos el trabajo con el fin de evitar imprevistos. Ahora lo pienso, amigo, y no sé si había algo premonitorio en las energías que envolvían nuestro quehacer. Es como si el impulso para terminar el tercero no proviniera necesariamente de la pandemia, sino de una fuerza que parecía anunciarnos que el camino de los cuatro tomos que restaban iba a ser otro.

También apunté en este citado panegírico el compromiso de la editorial y el mío propio con la iniciativa. Seguías con nosotros y, contigo, tu obra, aunque no pudiésemos vernos más en Vecindario y no hubiese ocasión para prolongar las felices rutinas que nos unieron en los tres primeros libros. En este sentido, has de sentirte muy orgulloso de tu hijo Rubén Armiche López Pérez, pues se hizo cargo del enorme proyecto con el propósito de que tuviera continuidad y no desapareciera con tu marcha. Te confieso, amigo, que ha sido un privilegio trabajar con él. Justo es destacar la responsabilidad y lealtad hacia la empresa, que sintió como suya, lo que se tradujo en una memorable entrega a la iniciativa.

A principios de este 2021, propuso tu hijo un cambio en el calendario: pasar del programado volumen anual a publicar los cuatro que faltaban antes de que acabara el presente año. Aunque me desconcertó, he de reconocer que sus razones eran de peso: ya estaban compuestos todos libros, pendientes solo de ajustes y revisiones; y lo que condujo a la relación tomo-año ya no era posible sin ti. Esa magia de la puesta a punto de tus notas y tus fotos que habías asumido con ese contundente «soy un jubilado, tengo tiempo», que me decías, y que te debía llevar a visitar nuevamente las calles de los distritos que aparecían en el siguiente título que nos tocaba trabajar había desaparecido con tu marcha. El desafío propuesto por Rubén era complejo, pero la ilusión por cerrar tu magna obra y expresarte con ella mi reconocimiento, gratitud y afecto bastaron para poner en funcionamiento la maquinaria.

Con la feliz colaboración del citado Isaac Mendizábal Rodríguez en la revisión de los materiales correspondientes a los distritos IV (Lomo Magullo), V (San Antonio), VI-Medianías (El Calero) y VI-Costa (Melenara) se consiguió el reto. Qué buen tándem. Además de gestionar la supervisión de los textos y las imágenes que habías dejado perfectamente organizados, tu hijo se hizo cargo de la atención a los prologuistas: don Miguel Suárez Bosa en el tomo IV; doña Luz Marina Delgado Hernández en el dedicado al distrito censal de San Antonio; don Germán Jiménez Martel en el volumen que se ocupa de las Medianías; y don Julio Pérez Tejera para el último. Qué grandes nombres, amigo Luis; qué buen trabajo el de todos los citados.

Mas no acabó aquí su magnífica labor, pues, recogiendo los afectos que sembraste, ha velado los pasos que, iniciados por el Círculo Cultural de Telde y avalados por el cronista oficial de la ciudad, deben conducir, si no lo han hecho ya cuando este texto vea la luz, a la formalización administrativa de una nueva denominación en el callejero municipal: el Mirador de Luis Antonio López Sosa, situado en Las Clavellinas y descrito en la entrada VI-C-247 del último de los libros de la colección. Inmejorable reconocimiento, sin duda alguna, el de un lugar donde contemplar el mar que tanto te gustaba y con el que muchos vínculos emocionales e intelectuales contrajiste.

Ahí, amigo Luis, nos habremos de encontrar nuevamente; observando el horizonte y visualizando con el corazón y el entendimiento los siete tomos que dan fe de un periplo apasionante; rescatando las 1.774 entradas que distribuiste a lo largo de 2.262 páginas y constatando que, a partir de hoy, de ahora, de este instante, sentiremos en todas las denominaciones el aire que nos envuelve y el cielo que nos cubre desde aquí, desde tu mirador.

Caminemos en este reencuentro por cada lugar visitado y, sobre todo, junto a cada vecino y transeúnte, volvamos en este imaginario y deseado viaje a ese inmenso pueblo que acogiste con tu particular bonhomía y que, día tras día, a través de tu Toponimias y antroponimias de Telde, nos acompañará, ahora sí, como tú, para siempre.