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¿Feliz cumpleaños, Hilda?

El 17 de octubre de 1900 nació en Telde María del Jesús Suárez López. Era la segunda hija del matrimonio compuesto por Sebastián Suárez Sánchez y María del Pino López Hernández. Él fue juez y concejal en el ayuntamiento de la nombrada ciudad grancanaria. Llegó a compartir vicisitudes políticas con Montiano Placeres.

María del Jesús tenía una hermana mayor, Josefa, maestra nacional, que estuvo ejerciendo la docencia en Lanzarote y que acabó sus días en Tenerife. También tenía una hermana menor, María del Pino, que gozó de un amplio reconocimiento. No en vano, se le dedicó un vial en una zona destacada de la urbe, en lo que podrían ser los límites que separan los populosos y populares barrios de San Juan y San Gregorio: Inspectora Farmacéutica Pino Suárez López. Es una de las calles que rodea el parque Arnao, donde se sitúa la Biblioteca Saulo Torón, que adorna las paredes de su fachada principal con extractos poéticos de diversas personalidades literarias del municipio que, según se cuenta, vinieron a configurar la denominada Escuela Lírica de Telde. Uno de los rostros que se muestra es el de una joven llamada Hilda Zudán.

Sigo. María del Jesús, como su hermana mayor, estudió en la Escuela Normal. ¿Vocación pedagógica? Posiblemente. Las dos eran sobrinas de Cesáreo Suárez Sánchez, un conocido profesor. Con el roce, todo se pega. ¿Llegó a dar clases, a ejercer el magisterio, a…? No he podido confirmarlo. Me inclino a pensar que sí.

En enero de 1923, falleció su madre. En abril, toma la decisión de presentarse a la convocatoria del mes de junio de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Granada. Su trayectoria académica en la Península se hizo dentro del régimen de enseñanza no oficial. Al mismo tiempo que esto pasaba, en el periódico El Defensor de Canarias, alguien que firmaba con el nombre de Hilda Zudán llevaba publicados unos sesenta y ocho artículos, aproximadamente. El 22 de diciembre de 1921 había participado en una velada necrológica en memoria de Tomás Morales, celebrada en la Sociedad “La Unión”. Entre su repertorio de composiciones, algún que otro texto habla de Telde y de Agüimes. En la mayoría, con diferentes grados, el aroma a catolicismo visceral, tirando a la vertiente más fúnebre, lo impregna todo.

María del Jesús hace un aprovechamiento notable de su estancia granadina. Acaba sus estudios universitarios mientras esa tal Hilda ve impresas algunas piezas en la ciudad andaluza, incluso en Madrid (“La senda”, en La Esfera, por ejemplo). En 1924, se calla para siempre. El 24 de septiembre publicó “¿Llegaste…?” en Granada Gráfica. No sé si compuso algo más después de este escrito. Todas mis búsquedas (por ahora) han sido infructuosas. Don Francisco Javier Garcerá Román (Fran Garcerá), el responsable de la edición de las obras completas conocidas de Hilda Zudán (La hora silente, de inminente aparición), continuación del indispensable título sobre la autora que sacó en 1999 don Antonio M.ª González Padrón, cronista oficial de Telde, tampoco ha encontrado nada más.

A principios de 1925, María del Jesús había terminado su carrera. Un certificado lo afirma. Al año siguiente, desde Madrid, entra en escena una tal Mireya Suárez con una monografía titulada La novela picaresca y el pícaro en la literatura española, que dedica a su «querida tierra», Gran Canaria, a la que ofrece «el primer fruto de mi trabajo y esfuerzo». El 20 de mayo de 1926, el Diario de Las Palmas aclara de quién se trata: «Con atenta dedicatoria de su autora, doña María de J. Suárez y López, licenciada en Filosofía y Letras, que reside en Madrid, hemos recibido un ejemplar de su obra La novela picaresca y el pícaro en la literatura española. La obra trae en la portada el retrato de la autora, que es una mujer muy joven, y firma sus trabajos con el pseudo de Mireya Suárez. Agradecemos su fineza y prometemos ocuparnos de esta obra».

Mientras tanto, se consolida el silencio absoluto de Hilda Zudán, y empieza a coger forma el de nuestra María del Jesús. ¿Con qué labores cubre sus horas de vigilia? Hacia finales de 1927, su hermana María del Pino se licencia en Farmacia y se asienta en Telde. Se convierte en la primera farmacéutica de Las Palmas. Qué alegrón para su papá, aunque chiquito en el tiempo, pues falleció el 14 de agosto de 1930. En la esquela, las tres hijas. Se lee bien «doña María» entre «doña Josefa» y «doña Pino Suárez López». Las dos están casadas, excepto la que nos convoca, que debía tener el Mireya para otros ambientes. ¿En Agüimes, quizás? Don Fernando T. Romero Romero, cronista oficial del municipio, apreciado amigo, me lo confirma: «Aquí la conocían por Mireya».

Vino la Segunda República (¡bien!) y un golpe de Estado (¡mal!), y una guerra (¡peor!), y el comienzo de una dictadura (¡horroroso!). Hilda, desaparecida. Mireya, desaparecida. ¿Y María Jesús? El 9 de diciembre de 1941 reclama que le den el título de licenciada. Ha aprobado, sí, sin duda alguna. Todo está certificado, sellado, firmado, entre membretes y tasas pagadas; pero… Andaba por Tenerife. Su dirección: Colegio del Sagrado Corazón (calle Ferrer, n.º 4). Como puedes suponer y supones bien, he intentado dar con la escuela, con testimonios educativos, con…, pero nada. Nada de momento. Que conste que «de momento».

¿Que por qué no tenía el título si todo estaba en regla? Porque la tal María del Jesús Suárez López no había realizado el Auxilio Social, ineludible en aquellos años de zozobra. Era para las mujeres lo que la mili para los hombres. Algo así. Estuvo registrada (al parecer) en el Colegio Oficial de Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y en Ciencias de La Laguna. Ahí tengo a don Álvaro Díaz Torres —amabilidad, cordialidad, diligencia en grado supremo— buscando entre las fichas de colegiados la que dé con nuestra protagonista. ¡Gracias, don Álvaro! Y suerte, porque para la historia que nos ocupa será de mucho interés dar con el documento.

En julio de 1951, por fin, llegó el informe esperado: el Departamento Central del Servicio Social de la Delegación Nacional de la Sección Femenina de Falange Española Tradicionalista y de las J. O. N. S. certifica que María Jesús Suárez López «no está obligada, por razón de su edad [50 años] y conforme al art. 1.º del Decreto de 7 de octubre de 1937, a la prestación del “Servicio Social”». En octubre, desde Ager, un municipio de la provincia de Lérida, escribe la interesada una carta a mano solicitando la expedición de su título a la Subsecretaría correspondiente del Ministerio de Educación Nacional. En marzo de 1953, esta vez en una hoja mecanografiada y como vecina de la calle de Mediodía, núm. 15, piso principal, de Barcelona, pide al rector de la Universidad de Granada «se me remita por conducto reglamentario a la Universidad de Barcelona, en la inteligencia de que la exponente acudirá a dicho centro a recoger el mismo».

La historia toca a su fin: el 27 de febrero de 1968, según consta en los archivos de la Universidad de Granada, alguien que no se identifica firmó un impreso de petición de certificación «de las calificaciones obtenidas durante la carrera» de María Jesús Suárez López —«natural de Telde, provincia de Canarias»—. La señora tenía por entonces 67 años. La tal Mireya familiar de 1930, la que todos debían llamar así en el funeral de su padre, hacía 38 años que había desaparecido; y cuarenta y cuatro, la autora de unos setenta y picos textos publicados en cuatro años, la inmensa mayoría en el periódico católico El Defensor de Canarias.

Ciento veinticinco años después, tras la intensa experiencia vivida alrededor de tres nombres propios de mujeres que quizás apelaban a una sola o dos, tras los muchos documentos revisados, tras las consultas en la prensa y la asimilación de tanta información como la que me han ofrecido por medios orales y escritos, muchas veces me viene a la cabeza la imagen del fantasma de María del Jesús Suárez López, la cumpleañera, susurrándome al oído bueno: «¿Y yo qué tengo que ver con esa tal Hilda Zudán?».