Cervantes y la búsqueda de la esperada luz tras las tinieblas. La segunda parte de «La Galatea»

[1] «Una de las mayores tentaciones es ponerle a un hombre en el entendimiento que puede componer e imprimir un libro con que gane tanta fama como dinero y tantos dineros cuanta fama» (Prólogo a la segunda parte del Quijote)

Una vez más, mi dilecto lector, vuelvo sobre los fueros de mi atrevimiento a reclamarte que aceptes con benevolencia esta “búsqueda de la esperada luz tras las tinieblas” que te muestro bajo la amarga sombra del regocijo de las Musas. Asumo que, tras mi osadía, se haya encendido en tu entendimiento el candil de la sensatez con el que has iluminado la lógica consideración de que, más que el manco, soy yo quien debe iniciar la Cruzada del hallazgo de esa luz, más esperada que nunca, a tenor de las tenebrosidades que has tenido que padecer por culpa de la irritante carencia de estilo, la insultante pobreza de conceptos y la desoladora ausencia de erudición y doctrina que te mostré en la dispersa Cervantófila teldesiana y en las malbaratadas Anotaciones, escritas ambas bajo las revelaciones insomnes y trasnochadas de La Galatea cervantina. Acéptame, cuanto menos, que algún asomo de sutileza hubo en la historia de Hidalgo y español y cierto donaire en la epístola a don Alonso, pero fueron éstas insuficientes industrias librescas que no lograron drenar la tragedia de ver que, tras muchos esfuerzos por lograr alguna proposición sustancial, nunca he conseguido que accedieses a la antesala de ninguna razonable conclusión.

Por lo afirmado y por la ausencia en estos años de libreros que las comprasen, de lectores que las reclamasen y de escrutinios que las pudiesen salvar del fuego al que las he querido arrojar en más de una ocasión; por todo ello, «puesto el pie en el estribo», sin pájaros en los nidos de antaño, mermadas las tentaciones por componer e imprimir obras con las que ganar no sé muy bien qué, y diluidos en los resquicios de la decadencia los ensueños juveniles que abrigaban las inconsciencias, por todo ello, repito, «con las ansias de la muerte», ahora declaro por fin el fin de las apelaciones retóricas para justificar las razones de esto que lees y de las menciones a remiendos para que ufanos se paseen por el mundo estos frutos malhadados; proclamo el fallecimiento de cualquier intención de retomar lo dejado, añadir lo que no estaba y quitar lo que sobraba; manifiesto el deceso de las apelaciones al deseo de que el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecie ni el prudente deje de alabarla; y revelo el óbito de las alegrías y regocijos nominales que luego terminan tiñéndose en saetas que hieren, aunque no maten.

Ya no más tibiezas con las que suavizar las medianías, los imaginarios restos ni las inexistentes conclusiones; ya no más parquedades ni requerimientos a las apacibles voluntades que, con sobradas razones, no podían sosegarse ni mostrarse mínimamente conformes. No más bendiciones a hijos que nunca tomaron la decisión de iniciar el incierto camino de su porvenir fuera del hogar familiar porque fueron exhalados por la insolencia paterna del reducto donde debían haber terminado de esperar a la verdadera primavera. No más decepciones, pío lector; no más oropeles ni elocuencias con las que rebozar lo que la naturaleza no ha querido concederme.

En este momento, sin ataduras ni excusas que adornen de flores lo que sin duda será yermo, te pido que te detengas un instante con toda tu benevolencia a cuestas y veas este libro. Hojéalo y ojéalo… Dale a su autor el último óbolo para que pueda cruzar el Aqueronte de la indiferencia definitiva, alaba el buen arte y las hermosas intenciones de su editor, y haz bueno, con todo ello, el célebre apotegma de Plinio el Viejo: Nullum esse librum tam malum, ut non aliqua parte prodesset.


[1] Prólogo a mi Cervantes y la búsqueda de la esperada luz tras las tinieblas. La segunda parte de ‘La Galatea’, publicado en Anroart Ediciones en abril de 2008. ISBN: 978-84-96887-67-1; Depósito Legal: GC 132-2008.