«No he cometido el crimen de existir. No he orientado la curva rugosa de mi ejército al acantilado para declarar que mi presencia ha sido bendita por el amanecer. Estoy aquí sin habérmelo propuesto y sé que dejaré tras de mí los cuerpos muertos o malheridos de mis soldados. Todos fueron hechos con la paciencia de las esperanzas, todos se hicieron de palabras y verbos, a todos di mi tiempo, en todos empleé la firme voluntad de su deseable condición imperecedera, pero he fracasado. Oigo los lamentos de los pocos que aún viven sin volverme para socorrerlos. Cierro los ojos a sus llantos como si así fuera posible cerrar los suyos para siempre. Ojalá que ahora comience el reinado del silencio en las esquinas donde hace poco hubo ruido. Es tiempo de dejarlos a su suerte. No puedo hacer más por ellos. Lo siento…».