Victoriano Santana Sanjurjo
Para ti, ciudadano del siglo XXI (del XXII…), van estas palabras que perlas de la verdad fueron, pues te hablan de una triste y solitaria pirámide que se empeñó en edificar con sus textos quien, sabiendo que era un pésimo poeta, un mediocre dramaturgo y un pobre narrador, nunca dejó de considerar la posibilidad de que se le llegase a recordar en algún momento del tiempo, y gracias siempre al descubrimiento fortuito de algún ladrillo, como un voluntarioso ensayista, un abnegado editor y un vocacional docente, el cual, mientras intentaba moldear los adobes del docere et delectare del túmulo, asumió como un destino inapelable que su labor de juntaletras no era otra que la de ese cronista empeñado en dejar testimonio de la mayor epopeya que jamás había conocido y que identificó con su propia existencia junto a las moiras que lo acompañaron en vida y que le enseñaron, entre destemplados culteranismos, los quijotescos planos que transformó en una profesada y bífida convicción poética sobre la que nunca dejó de afirmar que era, por un lado, misionera y mercurial en su devoto ateísmo, y, por el otro, intrahistórica en el propósito de huir, mordiendo la manzana del edénico parnaso, de los reconocimientos que lo podían singularizar y alejar de ese vulgo de la república del que siempre se sintió orgulloso de pertenecer porque le permitió entender que todo lo escrito para la pirámide en realidad solo podía y debía tener un único destinatario: tú, mi albacea supremo.
Victoriano Santana Sanjurjo (Telde, 1973 – ¿Santa Lucía de Tirajana, …?)