Sobre «Entrenamiento para héroes»

Este es un libro amable, un tomo generoso, un volumen hecho con el corazón y la razón, una pieza libresca que cumple con el propósito de acercarse a los jóvenes (los destinatarios principales) para nutrir con buenos ingredientes sus aptitudes y sus actitudes. Este es, ante todo y sobre todo, un libro necesario con independencia de que puedas no estar de acuerdo con algún apunte, algún pensamiento, algún artículo… o que algún artículo, algún pensamiento o algún apunte no ejerzan en tu ánimo la esperada influencia. Cualquier idea, sugerencia, propuesta o dato que no cristalice en tu intelecto no invalida la verdad expuesta: que este es un libro necesario; y, añado: un libro que no contiene nada que sea perjudicial.[1] En consecuencia, creo que esta obra debe conocerse, compartirse, difundirse y, cómo no, ampliarse en sucesivas ediciones.

Si este prólogo concluyese en el punto y aparte del párrafo anterior, mi función como editor y prologuista estaría más que cumplida, pues se halla en mis afirmaciones el porqué de la inversión de energías, tiempo y conocimientos empleados en el propósito de que viese la luz este Entrenamiento para héroes en soporte papel. Pero terminar así mi intervención conllevaría pasar por alto una circunstancia inherente a mis quehaceres editoriales: que todas mis incursiones se hacen sobre obras que, a mi juicio, aportan algo al patrimonio libresco de la lengua española que va más allá de la naturaleza del producto impreso.

Ese algo tan difícil de sustantivar tiene que ver con una suerte de proyección simbólica que, sin saber muy bien cómo ni por qué, surge en el proceso de revisión de los originales que recibo y que, como una inspiración que seduce y sugestiona, se moldea y adquiere su forma singular como cualquier otra creación personal a partir de mis patrones ideológicos. La unidad comunicativa y estética, que representa la parte objetiva o denotativa (lo que edito), se termina complementando siempre con una parte subjetiva o connotativa que está implícita en el sentido de la edición: por qué asumo la empresa de hacer lo posible por que la obra vea la luz.

En este Entrenamiento…, el binomio estuvo conformado por las virtudes expuestas en el primer párrafo de este prólogo más un algo que, en esta ocasión, tuvo como principal referente a los autores de este libro: Laura y Álvaro. Frente a la nefasta visión de una juventud sin futuro presente en la conciencia deformada de un significativo número de puretas mentales y emocionales, se erige la perceptible realidad de un colectivo vigoroso en el ánimo, combativo, concienciado, creativo y militante de la facción humana más hermosa: la de los héroes y heroínas, la de los que luchan por un mundo mejor a través de una aventura existencial donde la esperanza, la ilusión y la generosidad se dan la mano. De este apasionante grupo forman parte Álvaro y Laura.

Es esta juventud la que está siendo llamada por la Historia para llevar a cabo una revolución social, intelectual, ideológica y emocional tan comprometida como pacífica, y tan firme como efectiva. Sobre sus horas recae la misión de construir para lo que resta de siglo XXI y sobre las estructuras ya obsoletas que mantiene mi espectro generacional (aquel que, sin ser viejo, ya no es joven), una nueva era, un nuevo tiempo para un futuro diferente (así, con el adjetivo bien resaltado, bien destacado…).

Mi generación, situada entre el tardofranquismo (década de los sesenta) y el novoeuropeísmo (década de los noventa), recibió como herencia la democracia que la de mis padres (década de los treinta-cincuenta) y mis abuelos (primer cuarto de siglo XX) nos regalaron con la mejor de sus voluntades. Una democracia excelente si la comparamos con la tragedia de la dictadura; una democracia que ha servido para que se fuese implantando una visión del presente y unas perspectivas del mañana (tan deterministas en el franquismo) más modernas y acordes a los tiempos que nos tocaba vivir;[2] pero una democracia parcheada, una democracia que nació de un deseo ferviente y de un miedo atroz, una democracia hecha con prisas y con severas fisuras que, como heridas infectadas, han comenzado a supurar desde principios de siglo XXI.

Hemos llegado a la segunda década de la centuria que nos acoge asumiendo el rol de representantes activos de la sociedad en términos económicos y ha quedado en las manos de un elevado porcentaje de mi promoción las responsabilidades propias del dominio político. Sin pretender ser taxativo en la afirmación,[3] creo que mi grupo generacional está convencido de que, a medio y largo plazo, toda revolución es buena cuando se fundamenta sobre el beneficio común; y creo que sus integrantes, en mayor o menor medida, son firmes defensores de la libertad y que se consideran, ante todo, unos demócratas en toda regla. Y lo creo porque estoy convencido de que jamás aceptaríamos un cambio que supusiese la pérdida de la libertad y de la democracia.

Pero pasan los años e, inevitablemente, nos vamos haciendo más escépticos. Es posible que estemos más cansados; también, que las experiencias vitales nos hagan mella y sintamos que tenemos que pensar dos, tres, cuatro veces… cualquier cambio que, en el fondo, entendemos que hemos de realizar. Este escepticismo apuntado no debe traducirse como inacción, sino como una suerte de conservadurismo que nos lleva en ocasiones, por miedo a perder lo que tenemos y que hemos conseguido enfrentándonos a tantos obstáculos ideológicos, intelectuales y sociales, a no estar a la altura de lo que se espera de nosotros. Quizás nos falta en determinados momentos ser más diligentes. Estamos convencidos, sí, pero somos lentos; de ahí lo del beneplácito hacia las revoluciones a medio y largo plazo

Por eso recibo a Laura y a Álvaro con los brazos abiertos, con la alegría de saber que representan el espíritu vitalista que mi cansancio generacional, por culpa de sus demonios particulares, no se siente capaz de emular, aunque, por un lado, lo añore, porque contiene el germen de esa revolución a corto plazo que se ha instalado (menos mal) en la médula espinal de nuestra sociedad desde principios del siglo XXI;[4] y, por el otro, haga lo posible por promoverlo, difundirlo, defenderlo y, hasta donde pueda, protegerlo con la humildad de mis quehaceres y mis potencias.

Ellos son el ejemplo de esa sociedad de heroínas y héroes que queremos, un espacio compuesto por personas comprometidas, activas, generosas, formadas, creativas, libres y constructivas que, en la fecunda tierra santaluceña, siempre han tenido un destacado lugar y han sido objeto de protección y estímulo. Por eso, una vez más, me siento en la grata obligación de agradecer a mi buena amiga Rita Navarro Sánchez el que me pusiera en la ruta de este historiador y de esta psicóloga,[5] quienes, con su trabajo, su altruismo y su fortaleza de ánimo, simbolizan esa admirable juventud que para mi generación, sumida a veces en la zozobra del «no terminar de hacer lo que tiene que hacer», representa un acercamiento creíble a la idea de que un mundo muncho más amable, próspero y feliz es posible.[6]


[1]. Decía Plinio el Viejo que no había libro tan malo que no tuviese alguna cosa buena. Un servidor, bibliófilo como el que más, comparte esta afirmación, que no es incompatible con el convencimiento de que existen libros que, teniendo cosas buenas, sean, en esencia, perjudiciales. Pongamos un ejemplo: el Mein Kampf de Adolf Hitler (1925). Nadie duda de los daños que la lectura adoctrinadora de sus páginas ha ocasionado y ocasiona, mas no ha de cuestionarse que alguna cosa buena tiene: el descubrir, destapar, mostrar con meridiana claridad, cómo es la ideología nacionalsocialista; lo que nos permite saber a qué nos enfrentamos cuando alguien o un colectivo afirma defenderla. Un libro perjudicial, pues, tiene algo bueno.

El título que nos convoca se aleja de cualquier propósito esotérico que construya, sobre extraños rituales, modificaciones de la conducta dañinas, nocivas… No, no, no. Bajo una aureola luminosa como es la que envuelve el ánimo de sus autores, este volumen se erige como una hermosa guía para el bienestar. Por tanto, estamos ante una obra que no solo no es perjudicial (¡bien!), sino que, además, atesora un elevado número de cosas buenas (¡requetebién!).

[2]. Durante el franquismo, el tiempo se paró; cesó la evolución, el progreso… Mi generación ha tenido que cumplir con la obligación de situar en el eje cronológico que le corresponde a ese país que durante casi cuatro décadas estuvo anquilosado, congelado en el interior de una caverna llamada dictadura.

[3]. Reconozco que me encantaría serlo, pero me temo que no es posible hablar en términos absolutos, ya que siempre hay excepciones (a veces en el lado más inesperado). Acepta, pues, mi prudencia.

[4]. Los movimientos del 15M son un buen ejemplo para ilustrar lo que apunto. ¿Quién duda de su importancia y de lo que simbolizan de cara a ese siglo XXI que todos queremos: libre, transparente, social, culto, amable, luminoso, pacífico…, en suma, más cercano a ese ideal de sociedad que obra en nuestros deseos?

[5]. Y, por extensión, a todo el equipo humano que compone Entrenamiento para héroes como corriente emergente volcada en el Activismo Creativo.

[6]. Como necesitamos a más héroes y heroínas como ellos, hemos de considerar la importancia que tiene el entrenamiento… Este que en tus manos tienes, por ejemplo, para no andar con más rodeos.