«¿Por qué —me preguntó quien deducirán enseguida— debo repetir el próximo año académico las mismas asignaturas que el presente si durante este curso he demostrado mi suficiencia en X materias y mi insuficiencia solo en W materias? ¿Por qué lo superado no se me da ya por superado y lo pendiente se me suma al número de “deudas” académicas que debo zanjar antes de la obtención del título? Si he demostrado la consecución de los Y objetivos de la materia Z, ¿por qué debo volver a demostrar mi logro?».
Pensé entonces en los estudios superiores, el ejemplo que más a mano me venía, y le respondí que desgajar las asignaturas en bloques independientes podía conllevar un desbarajuste administrativo y económico difícil de cuantificar: cómo elaborar horarios, cómo gestionar aulas y docentes, cómo… Luego me callé porque sentí que había metido la pata. El contexto de la conversación era la educación y solo la educación: el alumno me hablaba de sus éxitos académicos, reconocía sus fracasos y sus propósitos de enmienda. ¿Qué hacía yo hablándole de problemas administrativos y económicos? ¿Por qué los antepuse ante un hecho incuestionable: académicamente hablando, el discente había conseguido los objetivos pedagógicos en X materias y requería de un nuevo paseo por las W asignaturas en las que no mostró su suficiencia?
Me imaginé luego a un ciudadano presentando en un ayuntamiento toda la documentación necesaria para abrir un negocio o empezar a edificar una vivienda de autoconstrucción; visualicé al funcionario de turno informándole de que le faltaban W papeles y que, en consecuencia, debía volver a empezar de nuevo a gestionar la referida documentación; supuse el enfado del ciudadano y sus razonables argumentos acerca de que si le faltan W papeles que no se le obligue a tramitar de nuevo los X impresos, que ya estaban correctos, sino que se diese por buenos los ajustados a la normativa y por pendientes de entregar los restantes.
«Y después se quejan por ahí de que haya muchos repetidores —afirmó el alumno—; y ustedes de que los repetidores no tengamos el nivel adecuado: ¿sabe usted lo “desmotivante” que es volver a repetir los mismos contenidos que uno superó en su momento? Además, son todos unos tramposos —me dijo en un arranque de coraje— porque nos limitan el número de cursos que podemos repetir. ¿Por qué lo hacen? ¿Por cuestiones administrativas y económicas también? Si yo he repetido el nivel A una vez, al año siguiente me promocionarán al nivel B sí o sí, aunque no apruebe ninguna».
Volví a pensar en mi imaginario ciudadano entregando de nuevo la documentación en su ayuntamiento, pero esta vez más incompleta que en el anterior caso; y me supuse qué pasaría si en esta ocasión el funcionario de turno diese el visto bueno a los papeles presentados, aunque no se ajustasen a los requerimientos exigidos. Me pregunté con candor: «¿A esto no se le llama prevaricación?».
Miré al alumno y le di las gracias por haber compartido conmigo su reflexión. Él, con todo el derecho del mundo, me mandó a la mierda.