Las metamorfosis aka El asno de oro – Capítulo 19

Capítulo 19. Con el molinero-panadero

Con gusto rieron todos el pícaro cuento y yo con ellos. Mis rebuznos me delataban. Mas ningún otro relato más me iban a permitir escuchar porque al rato me llevaron a un mercado con el propósito de venderme y recuperar, aunque no pudiera ser todo, algo de lo que habían perdido por culpa de mi alocada carrera del día anterior por la casa.

Me compró un panadero de la aldea vecina. Como acababa de comprar también trigo, me cargó como si yo fuera una carreta y, por un camino lleno de piedras y malezas, me llevó al molino que explotaba, donde muchos animales como yo daban círculos arrastrando muelas de diversos tamaños durante todo el día.

El panorama que contemplé nada más llegar me descorazonó, pero llegué a pensar que conmigo, quizás, las cosas serían de otro modo porque me dio descanso y mucho alimento nada más llegar. Ah, mi gozo en un pozo. Al día siguiente, muy temprano, me enganchó a la muela mayor, me tapó la cabeza y me puso a correr libremente en una pista donde era imposible perder el rumbo. «Ahora podrás correr sin romper nada», dijo mi dueño en un tono jocoso.

«Ahora verás», me dije y empecé a hacerme el tonto, a quedarme quieto dando a entender que no conocía lo que tenía que hacer, a dar muestras de mi inutilidad para ese trabajo… pero de nada me sirvió. Después de un silencio desconcertante en el que nada veía porque tenía la cabeza tapada, oigo un silbido y, acto seguido, recibo tal lluvia de palos a la vez que, horrorizado por la experiencia, comencé a moverme con tal destreza que aprendí en un instante la milenaria y noble ciencia del molimiento de granos y semillas. Como es lógico suponer, todos celebraron con risas mi aprendizaje.

Al finalizar el día, más muerto que vivo, pues el hambre y el agotamiento eran infinitos, me desengancharon y me llevaron al pesebre, que estaba cerca de un abrevadero y próximo a una ventana del corral. He aquí cómo mi curiosidad humana me hizo desatender mis necesidades alimenticias, pues fue oír cierto graznido cuando me asomé y vi a uno de los seres más horribles que jamás había visto en mi vida: la mujer del molinero-panadero.

Patricia Franz Santana - Asinus

Asinus de Patricia Franz Santana