Articulación IX

«He aquí la soledad del que ve caer sus células, como si fuesen canicas, debajo de los muebles del comedor, en los calderos de piedra pómez, en la terraza llena de geranios naranjas, dentro de los cuadros sin marco, en la boca del gato, entre las baldosas cuatrocientas doce y cuatrocientas trece de la puerta principal, en el jarrón que dejó en herencia la vieja tía de Argentina, la misma que se negó a revelar los deslices de una juventud en la que rozó la santidad sirviendo al párroco de su localidad más allá de lo que era menester que hiciese una barragana de pro como ella y que compaginó esta honorable actividad con el servicio a un viudo general filipino que nunca le confesó estar casado y que todas las noches la demandaba porque temía morir a manos del fantasma de un enemigo que desde hacía muchos años era pasto de los gusanos de San Jerónimo de Acaimo […]».

Moiras Chacaritas