Silogismos democráticos

El partido A defiende X; el partido B sostiene que lo mejor es Y; y el partido C sugiere que lo ideal es Z. Todas las opciones son respetables, pero sólo una ha de ser la elegida. Creamos un mecanismo, el voto, y lo damos por válido: que tantos individuos elijan cuál de las tres opciones es la mejor. Si voto la opción de A es porque no estoy de acuerdo con las otras o porque la considero mejor que las propuestas de las formaciones B y C. Si a ello le sumamos la afinidad ideológica (hasta donde se puede sumar en nuestros días), obtenemos que mi adhesión al grupo de A se debe a mi no asociación con B y C. Entonces, ¿cómo debo sentirme si votando al partido A este permite, con lo que ha ganado gracias a votantes como yo, que gobierne B o C? No es aceptable que esto se dé. Esto es dar gato por liebre.

La persona importante del partido A, en una rueda de prensa abarrotada de periodistas, alegará que por el bien de la institución su formación votará la investidura de la persona candidata de B o C porque han llegado a un acuerdo de gobierno que beneficiará a los ciudadanos. ¿Beneficiará a los ciudadanos?, pregunto. No puede beneficiarme que presida la institución la persona candidata de B o C cuando yo pensaba que la mejor era la del partido A (lo pensaba, en pasado, ahora que ha pactado ya no sé si debería seguir pensándolo). ¿Y la sensación de estafa que padezco? ¿Y la duda institucional que se siembra con estos pactos en la ciudadanía? ¿Eso es pensar en el ciudadano? ¿Por qué la formación que ha obtenido más votos pero no ha llegado a la mayoría absoluta no gobierna en solitario?

La persona importante del partido con más votos, pero que no ha llegado a la mayoría absoluta, dirá que es muy difícil gobernar una institución con minoría de gobierno. ¿Por qué?, pregunto. La persona importante del partido bla, bla, bla, dirá que la oposición boicoteará todas sus iniciativas. No puedo creer que eso vaya a suceder, tendré que decirle. La persona importante… me dirá que soy un ingenuo y que en política (cuidado, pensaré, habla un experto, un sabio que se atreve a sentar cátedra profiriendo una máxima encabezada por un “en política”) las cosas no funcionan como uno quiere que sea, sino como le dejan. No lo entiendo, me veré en la obligación de responderle. Si usted, persona importante de B o C, tiene una idea que es buena para la ciudadanía, ¿por qué no habría de apoyarla los que están en la oposición? ¿Acaso no tiene usted argumentos sólidos, demostrables, irrebatibles de que su plan es beneficioso para todos, incluso para la oposición, que también ejerce como miembros de la ciudadanía? ¿No puede convencer a sus adversarios? La oposición no me dejará por mucha razón que tenga: las iniciativas serán boicoteadas permanentemente para que la institución sea ingobernable y a través de alguna moción W terminarán echándome. Bueno, responderé, pero se irá siendo un firme defensor de sus ideas y sus creencias, y eso dirá mucho bien de usted y de su seriedad y respeto hacia quienes le han puesto donde está. Ya –me dirá bajando la mirada-, seriedad y respeto… Quizás sean manías mías, pero me ha parecido que lo último ha sido dicho con cierto retintín. No sé, a lo mejor son imaginaciones mías.

¿Qué rayo –sigo con mi batalla- ha de fulminar a quien de la formación A llegue a declarar que tal o cual iniciativa del grupo B o C es muy positiva para la ciudadanía y, por lo tanto, atendiendo a sus principios de buscar lo mejor para la comunidad, no puede dejar de apoyarla? ¿Qué plaga bíblica caerá sobre las individualidades de C o A que afirmen la idoneidad de una propuesta de B para la sociedad a la que prestan sus servicios? ¿Por qué todo lo que uno dice es tan nefasto para el contrario? ¿No hay nada, absolutamente nada, en lo que sean capaces de llegar a algún tipo de concierto? ¿Qué sentido tiene vivir en una democracia cuando el valor de la palabra y el diálogo se esconden bajo las alfombras de una fidelidad política que sólo atiende a ver al representante político propio como un mesías incuestionable cuando sólo es un simple mortal que, como tal, puede y debe errar para aprender?

Moiras Chacaritas