Para el curso 2019-2020, el número de días lectivos en las etapas educativas de Infantil, Primaria y ESO en Canarias asciende a 180; en otras palabras, que los discentes de estas etapas pasarán prácticamente la mitad de año en la escuela y la otra mitad fuera de ella. Más equitativo, imposible. Es como si, en medio de un divorcio de mutuo acuerdo (familias, por un lado; por el otro, sistema educativo), se hubiese logrado fijar un convenio regulador para determinar cuánto tiempo tiene que estar el menor con uno y cuánto con el otro. ¿Criticable este fifty-fifty? No. Curioso, en todo caso. Mas no nos detengamos en esto. Sigamos.
Los 180 días en Infantil y Primaria se traducen en 900 horas lectivas; en Secundaria, en 1.080 horas. Lo que cabe preguntarse, lo que me nace preguntar, es por la relación que puede haber entre éxito escolar (con todo lo que ello puede significar) y la cantidad de días lectivos previstos o, en su defecto, el total de horas de permanencia diaria en los centros educativos (cinco en Infantil y Primaria; seis en Secundaria). ¿Más días o más horas nos conducirían a un ansiado éxito que ahora mismo los guarismos administrativos y los impulsos emocionales de los docentes ven lejano? ¿Con menos días y/o menos horas se podría conseguir igualmente? ¿Ir de lunes a jueves a estudiar sería suficiente? ¿Convendría prolongar las jornadas escolares hasta el sábado?
Salvando las distancias que hay entre una y otra, lo cierto es que sigo visualizando una escuela que, en este tipo de organización temporal, no difiere mucho de la que yo padecí en su momento y eso que ya han pasado algunos años de entonces para acá. Cambiamos los menús, pero mantenemos el mismo envase y nuestros comensales siguen siendo malos comedores; y, aunque cambien los cocineros, nos encontramos con que los platos y la cubertería, los manteles y las servilletas, las sillas, las mesas y el entorno siguen siendo los mismos; que el restaurante, por muchas reformas que tengan sus paredes, es en el fondo el mismo; y que no deja de ofrecer lo mismo a las mismas horas y los mismos días.
Sé que es complicado cualquier cambio (una hora menos de clase diaria, un día más a la semana, pasar de los sesenta minutos a los cuarenta y cinco por sesión en Secundaria…), pero algo quizás (quizás, repito) convenga hacer al respecto; o, cuanto menos, empezar a pensar si conviene hacer algo. Los porque sí son cómodos, pero contribuyen a la monotonía y son contrarios a toda percepción de progreso, de avance, de revolución.