Sobre idiomas. Imposición vs. elección

Un idioma es una herramienta, un instrumento de acceso a otros conocimientos. Salvo que en sí mismo sea el objeto de estudio (en las filologías o en las actividades de traducción e interpretación), entiendo que no es razonable plantearlo, en la formación optativa, como una exigencia curricular, pues cabe situarlo al mismo nivel que la formación tecnológica.

En términos de comunicación, el código y el canal importan, el idioma y la tecnología importan, pero no deben ser esenciales si el mensaje ya dispone de un código y un canal alternativo con el que llegar al destinatario. Otra cosa bien distinta es plantear el idioma y la tecnología como pertrechos que han de posibilitar el acceso a más mensajes de los que cabría formular en tu lengua materna y, en consecuencia, a más destinatarios.

—Puedes leer mil libros en tu lengua; pero si aprendes el idioma X, puedes leer dos mil. ¿Vas a renunciar a conocer mil libros más? Puedes hablar con un millón de personas; pero si aprendes el idioma X, puedes dirigirte a dos millones. ¿Vas a renunciar a conocer a un millón de personas más? –alegarán los defensores de la exigencia lingüística en las etapas educativas optativas.[1]

Una de las tantas respuestas válidas que podrían argüirse es:

—Sí, opto por no leer mil libros más y no dirigirme ni conocer a un millón de personas más; mil libros y un millón de personas son más que suficientes para el proyecto de vida que me he trazado.

Otra posible respuesta:

—Perderé oportunidades, es posible, pero es una elección que hago asumiendo que cumplo con todas y cada una de las exigencias que la ciencia que libremente he escogido me demanda.

La adaptación al medio es una respuesta individual. Aquel que necesite una herramienta, deberá buscarla para resolver el problema que se le ha planteado.

En la formación obligatoria, la enseñanza de instrumentos tiene sentido. Sus preceptos se inspiran en la concesión al alumnado de un bagaje formativo y cultural lo más amplio posible que le permita el acceso al aprendizaje autónomo. Aprendizaje autónomo; o sea, adaptación al medio.

«Cuántas más herramientas y destrezas adquieras, mejor procesarás los contenidos variados que te facilitaremos y mejores se te presentarán las posibilidades de adquirir nuevos datos», dicen a gritos los fundamentos de la formación obligatoria; pero la optativa, en cambio, se ciñe a una suerte de especialización en el campo del conocimiento. Esta especialización, salvo que se desenvuelva, repito, en la lengua como objeto de estudio, se compone de un conjunto teórico-práctico que, visto con la debida perspectiva, no tiene que ser plasmarse en otro idioma que no sea la lengua materna del discente.

La ciencia enseña que dos tablones deben unirse con una tacha antes que con alguna sustancia adhesiva (cola, por ejemplo). La ciencia expone las razones. Analiza el tipo de tabla, el tipo de tacha que conviene (y cuál no) y los tipos de colas que hay y por qué son descartables. El discente puede utilizar cualquier instrumento que sea más fuerte que una tacha para golpearla hasta que los dos tablones queden unidos. Su ciencia le recomienda utilizar como herramienta un martillo. Le recomienda. El discente puede optar por lo que desee. Lo que importa es que los dos tablones estén unidos por una pieza metálica y larga.


[1]. Optativas. Op-ta-ti-vas. Insisto…