«Ágape vespertino». Un prólogo…

En el título, todo cuanto debe saberse de un libro cuya principal vocación no es otra que la de recordarnos, la de servir de evocación de un curso escolar sumamente singular que reunió a cuantos estamos representados en la selección de textos que contiene este tomo; y que, al finalizar, nos separará, quizás hasta el punto de que no sea posible reencuentro alguno. Frente al azar que une y desune, la firmeza de un propósito: dejar testimonio de nuestra feliz presencia en el IES José Zerpa durante el curso 2020/2021, el que habrá de ser recordado como el periodo escolar posterior al confinamiento padecido entre marzo y mayo del veinte, el que nos embozó y nos untó las manos de geles tan pringosos como pestilentes, el de las normas normatizadas normativamente, el de las filas desafiladas en las aulas y canchas, el que ocultó las sonrisas pero realzó las miradas, el de los tactos sin tacto, el de las meriendas furtivas o con cargo de conciencia por tener que bajarse la mascarilla para que entre el alimento, el de la hiper-mega-supra higienización de espacios y objetos,[1] el de los carriles de circulación y las “contradirecciones”, el de los ilimitados aforos limitados, el de las resguardadas guardias, el de las telereuniones libres de cuanto sea posible exhalar físicamente en un cara a cara, el de las aulas virtuales y los temibles papeles, el del “egoísmo” preventivo cuando se ordena que no se preste el material escolar, el de las desesperantes citas previas para dar y tomar, el de la incomprensible convocatoria de oposiciones; y, lo mejor con creces de todo, el de las ratios bajas y la presencia de mucho profesorado nuevo.

La participación en este libro da fe del grato ambiente de trabajo que hemos tenido a pesar de las peculiaridades del curso y de la existencia de momentos puntuales no tan dichosos por culpa de determinadas incidencias que, por otro lado, no han sido excepcionales por ser este un curso marcado por la pandemia ocasionada por el COVID. Problemas como los surgidos ya se han dado antes de la actual situación y, sin duda alguna, no dejarán de darse cuando esta haya pasado.

No me olvido: empecé la pieza que lees hablando del título, con él sigo. De entrada, destaca el sintagma Ágape vespertino. Tiene detrás una historia vinculada con los turnos de tarde y tarde-noche de nuestro centro que merece ser compartida. Quienes llevamos desde hace muchos años en este horario, siempre pocos, dispersos y reconfortados con la habitual calma y silencio, tenemos que reconocer el buen hacer de una docente del Departamento de Inglés que estuvo con nosotros hasta el curso pasado, Esther. Una o dos veces al año, organizaba una merienda para que nos viésemos las caras y compartiésemos un rato juntos. Lo hacía de un modo discreto, sin desmedidos anuncios ni atroces insistencias. Agitaba nuestra conciencia, daba el primer paso y el resto lo hacíamos nosotros. Cada uno traíamos algo al encuentro (zumos, queques, aceitunas, queso, refrescos, galletas, batidos, bizcocho, empanadillas…), lo dejábamos en la mesa (de la actual tienda o de la vieja sala del profesorado) y así pasábamos un gustoso rato que a todos nos sabía siempre a poco. Esther buscaba pasar desapercibida, no asumía ningún liderazgo en la fiesta ni dictaba instrucciones. No hacía falta. Ella conseguía que fluyésemos en una armonía que, ahora que lo pienso, nunca le agradecimos suficientemente, aunque éramos conscientes de que sin su impulso lo más seguro es que todos siguiésemos encerrados en nuestras guaridas, saliendo puntualmente para ir a las aulas y marcharnos cuando fuera la hora de salida.

Durante el confinamiento, pensé en lo bien que nos hubiera ido un encuentro como los que proponía Esther, aunque solo fuera puntual; y a lo largo de este curso, en más de una ocasión, el recuerdo de estas meriendas ha estado presente. Como no se dan las circunstancias para que los ágapes vespertinos de antaño se hagan físicamente, sin mascarillas, sin distancia interpersonal, sin…, lo que se me ocurrió fue retomar el espíritu de la iniciativa y sustituir el alimento que nutre el organismo por otro que hace lo propio con el intelecto. Y ahí es donde tiene su razón de ser la segunda parte del título: Mis libros, tus libros. Una antología compartida 2.

El dos indica que ya hubo una antología compartida previa. Así fue. En abril de 2017, apareció el primer volumen de la iniciativa intitulada Mis libros, tus libros. En aquella ocasión, tuve la oportunidad de exponer en la introducción una serie de observaciones sobre la publicación que, a mi juicio, son extrapolables a esta edición. Las reproduzco a continuación con ciertas variaciones:

1ª. «Léase cuanto se quiera; quiérase cuanto se lea. Estas dos proposiciones resumen la voluntad que guía el contenido de este libro. Queremos que sea una gran fiesta de la palabra, un banquete de placeres literarios que, por eso del 25 aniversario de la apertura de nuestro centro, y sin que necesariamente tenga que verse como el inicio de una tradición, hemos querido encapsular en las páginas del tomo que tienes en tus manos. Mostramos de manera excepcional en esta ocasión aquello que se ha venido desarrollando como jornada de lectura desde abril de 2009, cuando se puso en marcha la iniciativa que este feliz curso alcanza su novena edición y cuya mecánica es bien sencilla: permitir a cuantos lo deseen que compartan con los asistentes aquellos fragmentos textuales, sean del tipo que sean, que merecen para ellos la consideración de significativos por su contenido, por el placer que obtuvieron en su momento con su lectura, etc. […]».

2ª. «Esta propuesta editorial que tienes en tus manos busca plasmar en soporte papel aquello que, leído en voz alta, se ha venido escribiendo en los corazones de los receptores que han asistido a las ocho jornadas de lecturas que se han celebrado hasta ahora: la felicidad de compartir aquello que nos emociona, la ilusión de que el placer intelectual revivido pueda transmitirse y provocar el mismo efecto que en su momento nos causó el acceso al texto prodigioso; en suma, el sentimiento de paz bondadosa que se obtiene cuando, del mismo pan que comemos, damos de comer […]».

3ª. «Frente a los centones unidireccionales, que consolidan una relación estática entre el emisor (el antólogo), quien decide qué ofrecer y por qué, y los receptores, están las antologías bidireccionales o “dialogadas”, donde todos dan y, a la vez, reciben; y donde el editor no es más que un simple moderador que determina cómo organizar los mensajes a partir de ciertos criterios. Nuestro libro pertenece al segundo tipo enumerado. Debe verse como una gran conversada en la que nos enriquecemos con todo lo que se ha puesto sobre la mesa de estas páginas para ser degustado».

4ª. «Conviene reconocer que ha sido una felicísima coyuntura el hallarnos frente a sugerencias textuales que, por vaya uno a saber qué mil y una razones, nunca se nos hubiese ocurrido leer y que, gracias a que aparecen en estas páginas, han venido a depositarse donde, con el tiempo, se iniciará el impulso que ha de movernos a leer la obra completa, el sagrado cofre de donde proceden el fragmento ofrecido o el reproducido poema».

¿Cabe apuntar algo más a lo ya señalado? Sí, aunque muy poco: lo primero, agradecer el interés y el cariño de todos los que han participado en esta iniciativa. La selección de textos realizada es extraordinaria por su riqueza y porque ofrece un retrato personal que permite estrechar aún más nuestros vínculos. Muchísimas gracias.

Muchísimas gracias también a Manu Dombidau, el compañero de Dibujo, quien nos ha regalado una admirable, impresionante y oportunísima recreación de El hijo del hombre (1964) de René Magritte para la cubierta frontal de nuestro libro.

Y muchas, muchísimas gracias a Juan Carmelo Hernández Expósito, el responsable de la Editorial Vecindario, por su necesario apoyo para que este volumen viese la luz tal y como ahora mismo lo estás contemplando. Gracias a él y a sus buenas artes impresoras y editoriales han nacidos los dos tomos de este proyecto que, bajo el enunciado de Mis libros, tus libros, aspira a dar forma a una antología compartida de textos que, por un lado, representan de algún modo la cosmovisión de quienes los han escogido o compuesto y, por el otro, sirven para rememorar bajo la sombra del IES José Zerpa un instante en las vidas personales y laborales de sus aportadores que merece la pena conservar.


[1]. En este punto, vaya un sonoro y muy agradecido aplauso al magnífico personal de limpieza que tiene el centro por la encomiable labor que realiza.