Maternidades

Apesadumbrada, Beatrice observaba el ir y venir de los peatones mientras se preguntaba entre suspiros por sus bebés, por los cinco soles que llegaron a su vida hace tres semanas y que tanto alegraron la casa. Jamás había sido tan feliz. En los últimos días, todos han ido desapareciendo de su lado poco a poco y de un modo incomprensible para ella: se despertaba, y echaba en falta uno. Hoy se esfumó el quinto. Muy temprano. Cabizbaja se ha dirigido a la ventana por si entre los viandantes pudiera hallar alguno con ese paso saltarín y trastabillante que a todos hacía sonreír, y enseguida ha caído en la cuenta de la tragedia que acecha el hogar: Penélope, la bebita de Claudia, también puede desaparecer. Llegó ayer. Apenas pudo verla tan preocupada como estaba tratando de encontrar al cuarto. Tiene que hacer algo para impedirlo. Se acerca hasta donde está la pequeña y decide no moverse de ahí. Va a permanecer en guardia todo el tiempo que haga falta. «Tranquila, no lo voy a permitir». Aunque ve a su alrededor rostros afables, ella solo piensa en su dueña y en el miedo compartido; en ese terror a la pérdida que tiene claro que es «cosa de mamás».