I
Centro Cultural El Cine de Sardina del Sur. Jueves, 1 de diciembre de 2022. Presentación de NeoAtlantis de Besay Sánchez Monroy (Editorial Vecindario). En la mesa: doña Ana M.ª Gopar Peña, concejala-delegada de Participación Ciudadana, Festejos, Desarrollo Local, Desarrollo Económico y Solidaridad del Ayuntamiento de Santa Lucía; el autor y quien afirma que esto dijo a los presentes:
«Si yo fuera alguien importante, alguien relevante, alguien que mereciera ser tenido en cuenta diga lo que diga, bastaría con que ahora me levantara, cogiera el hermoso libro que nos convoca y dijera un simple “léase” para que todos ustedes cumplieran con una orden que, en el fondo, no se habría formulado con el fin de satisfacer un deseo o un capricho personal, sino para beneficiarles; pues, se mire por donde se mire, leer NeoAtlantis es recomendable: entretiene y representa una aportación lingüística y literaria de calidad a nuestro patrimonio. Insisto, si yo fuera un tipo destacado, bastaría un mandato hecho con tanto afecto para que mi participación en este evento quedara zanjada. Daría las gracias, soltaría un “que Dios les acompañe” y me marcharía con esa aura majestuosa propia de quienes mueven el mundo con solo mirarlo.
Pero yo no soy importante ni relevante, ni alguien al que se deba tener en cuenta diga lo que diga. No soy una personalidad destacada; solo un humilde vecino de Santa Lucía que intenta ser un buen profesor de lengua castellana y literatura en el IES José Zerpa, y que en sus escasos ratos de ocio tiene un pasatiempo tan normal como el de quienes son aficionados a la jardinería, al ganchillo o a pintar con acuarelas. En mi caso, la holganza adquiere la forma de libros: me gusta leer, escribir, editar, maquetar textos, publicarlos… y, en circunstancias como las que ahora nos convocan, descubrir a autores que merecen la pena ser conocidos. Como ven, nada del otro mundo.
Por eso, porque no soy alguien que sobresalga en lo que hago, debo expresar mi gratitud a cuantos han hecho posible esta experiencia, este instante tan singular que estoy viviendo con ustedes y que me honra más de lo que se pueden imaginar. Lo habitual en mi pasatiempo es que las obras nazcan, crezcan, se reproduzcan en las imprentas y desaparezcan de mi cotidianeidad por “culpa” (entrecomillen lo de culpa) de otros proyectos editoriales. Lo normal es que no asista a ningún evento relacionado con los títulos que he trabajado en mis ratos libres; y, aunque les parezca extraño, que ni tan siquiera presente los míos.
Pero hoy es distinto. Tiene que ser distinto. Hay un cúmulo de gratitudes y de observaciones en torno a esta ópera prima de Besay Sánchez Monroy que me apetece compartir con ustedes. De ahí mi incapacidad para rechazar la amable invitación que me cursó la organización de este evento tan especial.
II
Gracias a quienes —al calor de un acontecimiento tan relevante para nuestro pueblo como es el pregón de las fiestas en honor a San Nicolás de Bari de Sardina del Sur—, han considerado que la ocasión era la idónea para presentar la primera novela de un santaluceño. Cultura y tradiciones van de la mano, y en este caso no es para menos: a las palabras vivas de la pregonera, de Juana M.ª Alvarado, que a todos nos han emocionado, les corresponden las impresas en este libro que, sin duda, les emocionarán; y las cantadas por el admirable José Artiles que a nadie dejarán indiferentes.
La literatura (oral y escrita) y la música también van de la mano. Y un servidor, en medio de tan fascinante conjunción, no puede más que agradecer el estar hoy aquí, con ustedes. Para mí, todo esto es un hermoso regalo que recibo con enorme alegría y que afirmo con inconmensurable gratitud.
III
Gracias, cómo no, a la Editorial Vecindario y, en especial, a Juan Carmelo Hernández Expósito, el responsable del sello y del inmenso honor que ha supuesto para mí formar parte del primer número de la Colección Lucero (que dirige) con la edición de esta novela de Besay; y, por extensión, “culpable” (también entre comillas) del enorme privilegio de poder trabajar junto al gran Eduardo González Pérez, un extraordinario ilustrador y, como un servidor, un bibliófilo de los de toda la vida.
Felicito a la editorial por la iniciativa y le pido valentía en estos tiempos tan complicados para la lectura, cada vez más amenazada por los embriagadores ejércitos del ocio visual y por la actitud de muchos, muchísimos —un sinnúmero de personas—, que se consideran lectores por el mero hecho de ser asiduos consultores de textos que pululan por las redes sociales. Creo sinceramente que frente a estos poderosos adversarios ha de prevalecer la fortaleza cultural que emana de los libros.
Valoro como no se pueden imaginar el esfuerzo titánico de las editoriales pequeñas y medianas por sobrevivir y ofrecer productos de una contrastada calidad, como la obra que nos convoca. Es muy difícil. Lo sé de primera mano. Es muy duro hacer frente a las gigantes, empresas estas que invierten mucho más dinero en publicidad y en generar atmósferas proclives a determinados autores que en promover la cultura literaria que ha de perdurar. Por eso pido valentía a estos pequeños y medianos sellos, y que no dejen de intentarlo, y que no se achiquen.
Cuando llega una obra como NeoAtlantis, hay que buscar la manera de que vea la luz. El editor literario es un agente cultural consciente de la importancia de su labor; nuestro apreciado Carmelo es, en este sentido, un agente cultural y, en consecuencia, razonable es que haya hecho cuanto ha estado en su mano para publicar este título. De ahí que le agradezca la oportunidad de unirme a esta iniciativa que me ha ofrecido.
Espero que sigan apostando desde la Editorial Vecindario por los jóvenes autores y, sobre todo, por los de nuestra querida Santa Lucía, pues me consta que hay un buen número de nombres con un gran talento: Diana Fleitas, Irene Castro, Ana Pilar Suárez, etc. Y confío en que no caminen solos. En estas singladuras culturales siempre es necesario, aconsejable, justo… contar con el apoyo de las autoridades municipales.
IV
Gracias, por supuesto, al autor de la obra. Reconozco que ha sido una experiencia muy gratificante trabajar en su primera novela; y un reto, pues soy consciente de la importancia de algunas decisiones adoptadas. Espero haber cumplido bien con mi labor de editor y, cómo no, tener la oportunidad de un reencuentro editorial.
Como lector, Besay, solo te pido que sigas siendo honesto con tu escritura; y, claro está, que no dejes de componer. Sé que tu próxima obra es ahora mismo una empresa muy difícil de gestionar. Por lo general, cuando el primer libro sale tan bien, el segundo adquiere las formas de muralla infranqueable. Por favor, hazme caso: no te agobies ni te precipites. Cuando tenga que aparecer tu siguiente novela, que salga; y si hay que esperar uno, dos, tres años, pues se esperan.
Lo más importante ahora es mantener el equilibrio. Tienes mucho que escribir y, sobre todo, mucho más que leer. Refúgiate en los clásicos. Acéptalos y, al mismo tiempo, cuestiónatelos. Aprende de cuantas lecturas puedas tener a tu alcance: de las buenas, a saber por dónde ir; y, de las malas, a saber por dónde no ir. Plinio el Viejo decía “que no hay libro tan malo que no tenga alguna cosa buena”; por tanto, de los títulos horrorosos, de esos que en ocasiones se venden con pompa y circunstancia gracias al marketing, también se aprende.
Tu voz literaria es potente. No la minimices por las prisas. Tus lectores —aquí estamos unos cuantos— sabremos esperar el tiempo que sea necesario.
V
Y, por último, vayan mis más encendidos agradecimientos a todos ustedes, por supuesto: ahora son público; en unas horas pasarán a ser lectores. Quiero que sean los receptores de esta gratitud final porque aspiro a que estas palabras que en breve compartiré cierren mi intervención y consigan así depositarse donde habita la memoria de los sucesos recientes que se tienen presentes durante un buen rato.
Créanme cuando le digo que NeoAtlantis es una gran novela; es un producto literario arriesgado, valiente, atrevido y sumamente atractivo. Su autor ha apostado para contar el desmoronamiento de un paraíso con una compleja y admirable voz narrativa coral que se reparten varios personajes a los que les une un vínculo: a su manera, cada uno ha contribuido al nacimiento y muerte de un sueño.
NeoAtlantis era un nuevo Edén desde el que dar comienzo a un renovado mundo. En esta utópica tierra se representaba la esperanza de un planeta mejor; pero, como suele ocurrir con casi todas las cuestiones humanas, la violencia y la autodestrucción se terminaron por convertir en las señas de identidad del paisanaje. De esta manera, el lugar idílico se convirtió en una suerte de símbolo de lo que ha sido y es el devenir de la humanidad desde el origen de los tiempos: caen los de arriba por el empuje de los de abajo. Las nociones morales que impulsan a cada grupo no se cuestionan, pues todas —en la sincronía— son válidas a pesar de que puedan ser consideradas contradictorias. Así es cómo la maldad de unos justifica la violencia de otros; la crueldad de estos, la repugnancia y el desprecio de aquellos.
En estos sucintos trazos sobre lo que es la novela se sustenta este producto lingüístico y poético que les invito encarecidamente a conocer. Admiro lo que ha hecho Besay y, desde mi humilde condición de lector, sostengo que el gran paso que ha dado tendrá que ser secundado más pronto que tarde por otros de igual entidad. Por eso creo que no hemos de perderle de vista. Hay que seguir su rastro. Algo me dice —espero no estar equivocado— que está llamado a cumplir memorables empresas literarias; sobre todo porque este NeoAtlantis no debe dejar indiferente a nadie que se acerque a sus páginas ni a las circunstancias de su composición. Tal y como yo lo veo, somos los testigos y, de algún modo, los avalistas de un magnífico periplo que ha tenido un inmejorable comienzo. Si su autor quiere, brillante y fructífera será la travesía.
VI
Concluyo con una pregunta: ¿Entienden ahora, tras estas cuatro extensas gratitudes compartidas (a la organización, a la editorial, a Besay y a ustedes), por qué agradezco ser un don nadie? Mi condición me ha permitido decirles cuanto les he dicho y hacerlo con el orgullo que da formar parte de esta comunidad, de este vecindario, de este pueblo al que llegué hace muchos años y del que espero irme cuando mi río ya haya traspasado los umbrales de su desembocadura.
Muchas gracias por tanto. Hasta siempre».