Se afirma que quien viaja y ve mundo, sabe mucho. Se afirma, dicen; y no lo niego. Quizás sea así. Yo no lo sé. Al fin y al cabo, ¿quién soy yo para cuestionarlo si sé tan poco a tenor de lo poco que viajo y el poco mundo que veo? Confieso que llegué a creer en alguna etapa de mi vida que tenía mucho interés por viajar, por decir que había estado aquí y allí, por declarar que había transitado por unas calles y pernoctado en algunas ciudades diferentes de la mía. Luego, cuando atesoré más bagaje existencial, comprobé que mi interés no era tal. Que mi suposición era tan falsa como aquella que, cuando niño, me llevaba a declararme aficionado al fútbol con el único propósito de integrarme con mis coetáneos. Con el tiempo, me desengañé y logré articular una verdad universal: que detesto el fútbol y, al hilo de lo que vengo contando, que no siento ninguna especial inclinación hacia los viajes. Yo creía que, pero no, en realidad no. Nunca he sentido ningún impulso por conocer mundo. Supongo que parte de este proceso de rechazo se ha debido a que he logrado articular la mejor manera posible de cumplir con la humana necesidad de cambiar de aires: leer mucho y llenar el sempiterno cuenco de mis inquietudes intelectuales con el agua fresca de ese pozo universal llamado internet. Todo cuanto necesito para salir de donde estoy es, precisamente, no salir de donde estoy. El universo está en la pantalla. En esa ventana al infinito, veo a muchos de mis semejantes repartidos por el planeta. No quiero conocerlos. Los peor de internet son las redes sociales. Las he probado todas y, de todas, reniego. Me aburren. Me cansan. Me atontan. No tengo interés por saber quiénes están cerca de mí y, en consecuencia, tampoco tiene mucha lógica que quiera saber quiénes están lejos. A nadie busco porque a nadie deseo encontrar. Solo quiero ver el mundo, saciar mi curiosidad, ver aquí y allí sin tener invadir los espacios con mi presencia. No quiero contaminar los lugares. Sé que viajar así conlleva la pérdida de experiencias que, dado su carácter sensorial, pueden representar un singular modo de sentir la vida (palpar, oler, saborear…), pero contiene ganancias que valoro de una manera especial, por ejemplo: estar sin estar, saber sin estorbar, vivir sin alterar…