Primer hecho: El señor candidato circula por la autopista junto a su becario particular. No lo hace de manera ortodoxa: va por los carriles centrales y por la izquierda, hace adelantamientos sin señalizarlos, va a más velocidad de la exigida… De repente, su veloz trayectoria se ve mermada porque frente a él hay un vehículo que conduce una mujer. Cuando logra rebasarlo y comprobar quién conduce la maquinaria entorpecedora lanza un improperio sobre la imposibilidad que, a su juicio, tienen las féminas para conducir. Su becario le aplaude el comentario.
Segundo hecho: El señor candidato llega junto a su becario particular a la sucursal de una entidad bancaria dirigida por una mujer. Va a ofrecer mil y un argumentos para que la institución monetaria les ayude a financiar su campaña electoral. Sobre el tapiz de los argumentos hablará de paridad y de que las mujeres y los hombres de su partido son una piña. Al salir de la reunión, hace un comentario soez en el que se entremezclan tetas, carretas y demás términos de posible rima.
Tercer hecho: El señor candidato y su becario llegan a la sede del partido X. Hoy tienen una reunión importantísima porque van a decidir el listado final que conformará la candidatura a la institución pública Z. Toma la palabra el señor candidato y afirma que hay que mezclar hombres con mujeres para que los electores vean que aquí todos somos válidos. Alguien le espeta que sería oportuno comprobar el currículo profesional de cada uno, pero el señor candidato opina que eso es lo de menos, que están haciendo política y que los electores sólo piensan en gente conocida. Él va a ser el primero. Pondrá en segundo lugar a alguien que también hace comentarios cuando conduce y que no deja de mencionar las carretas. En tercer lugar, ponen a una mujer. Para que se vea que ellos sí piensan en las mujeres.
Cuarto hecho: El señor candidato le pide a una mujer de las que están en la reunión que les traiga agua. El becario apostilla que, de paso, traiga también galletas. La mujer se levanta y cumple las órdenes mientras el resto sólo está pendiente de las palabras del señor candidato.
Quinto hecho: Al señor que está sentado detrás del becario se le ha caído su vaso de agua y, con él, algunos folios que se han mojado irremediablemente. El señor candidato le pide a otra mujer que vaya a por la fregona y el balde. Dada la orden, sigue hablando de la importancia de que haya paridad en las listas para que los electores consideren a su formación un grupo moderno, progresista, de futuro, etc.
Sexto hecho: Al terminar la reunión, el señor candidato y varios hombres más acuerdan entre ellos ir al bar más próximo para hablar de sus cosas, como propuso el señor candidato. Las mujeres se quedan en la sede terminando de recoger. El becario considera que debe hacer lo posible por estar junto al señor candidato. Al fin y al cabo, van a ir a un bar donde despacha bebidas una mujer que, según dicen, está para comérsela. Esto no lo he entendido muy bien. ¿Se van a comer a una mujer? Bueno, sé que también se hablará de tetas y carretas y demás rimas posibles.
Séptimo hecho: El becario le ofrece al señor candidato el borrador del discurso que mañana hará ante los espectadores. El señor candidato lo mira por encima y le afea al becario su falta de perspicacia política, puesto que es inadmisible empezar con un “Queridos electores” y no con un “Queridos-queridas, electores-electoras”. Sin duda, a este becario le falta picardía. ¿Cómo se puede omitir algo tan indispensable que hace que todas las mujeres vean al señor candidato como alguien que las respeta y las tiene en consideración?
Octavo hecho: La mujer del bar ha sonreído al señor candidato, al que debe conocer gracias a algún medio de comunicación, y este le ha devuelto la sonrisa junto con un comentario sobre pillar y matar que uno no termina muy bien de interpretar. La mujer le recuerda que está casado y él le muestra su anillo de bodas y se precia de los muchos años que llevan casados, los hijos que tiene y la veneración que siente su señora esposa por él. Ella sonríe. El señor candidato piensa sobre algo que se tiene en un bote o por el estilo.
Noveno hecho: Al llegar a su casa, el señor candidato, que ha tomado alguna copita de más, le pregunta a su señora esposa dónde está la hija. Ella responde que salió con el novio. El señor candidato mira el reloj y lanza algunos dardos lingüísticos a su mujer sobre la mala educación que ha dado a su hija al permitirle ciertas liviandades que en una chica honrada no se deben permitir. La mujer calla. Él le dice airado que a esas horas sólo están en la calle las busconas y las golfas, y… Y que no está dispuesto a que su honra se manche; que con el varón es distinto, que es macho y no hay bombos de por medio que hagan peligrar nada; que adónde vamos a parar, que aquí se ha confundido la libertad con el libertinaje…
Décimo hecho: El señor candidato está malhumorado. Qué desastre de mujer tiene. No sabe cuidar ni de la casa ni educar a los hijos. Él se mata por ellos, pero ellos no se preocupan por él. La culpa es de la madre que los tiene muy consentidos y no les ha enseñado quién lleva los pantalones en casa.
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Sentado en el sofá, saca las hojas del becario para ver si con el estudio sesudo de su discurso logra que se evapore la indolencia mostrada por su señora esposa; fiel reflejo, a su juicio, de la imposibilidad de que las mujeres desempeñen cargos de responsabilidad. Comienza su repaso: «Queridos-queridas electores-electoras: preocupados-preocupadas todos y todas por la situación…». Al final, todos aplaudirán su encomiable defensa de la igualdad de géneros que se desprende de su discurso.