Invierno en primavera

[I] «De repente se hizo la noche oscura. El sol se retiró y la luna aguardó la llegada de las primeras nieves. El bosque frondoso se hizo desierto y una lágrima de pena trazó el surco del invierno. A lo lejos, los pétalos congelados esperaron callados a la primavera imposible».

[II] ¿Qué puedo ofrecerte, hermano, que te llene el cuenco vacío que jamás volverá a saciar el apetito de la vida? ¿Qué puedo entregarte que te permita aceptar con esperanza la desesperanza de saber que todas las luces del día serán mortecinas porque se verán con el alma y no con los ojos? ¿Qué puedo proporcionarte que apacigüe el abismo que ha sustituido a tu corazón y lo ha convertido en una sombra que sólo cenizas bombea? ¿Qué puedo darte que al recibirlo te consuele, te ayude a olvidar el hachazo de la mano homicida, te permita levantar nuevamente la cabeza y ver que tu camino todavía es muy largo, que el trayecto no ha terminado todavía? ¿Qué puedo mostrarte que te alivie, te dé paz y te permita ver las caricias del sol en los pétalos del ánimo?

Porque me abandonan las palabras y las convicciones, no sé qué puedo ofrecerte; porque me aíra la injusticia divina cuando, en su maquiavélico plan, sesga los hilos de sus marionetas antes de que las callosidades cubran las ternuras, no sé qué puedo entregarte; porque me hiere el sentimiento de una pena que se ha ido sedimentando conforme las horas han marcado su huella, no sé qué puedo proporcionarte; porque me abruma la percepción de que las tragedias humanas, en su imprevisión, son demasiado fáciles de escribir, no sé qué puedo darte; en suma, porque me siento más impotente que nunca, no sé qué puedo mostrarte.

En noches como esta, hermano, todos los vocablos del mundo te regalaría si alguno hubiese que te reconfortase, pero siento ahora mismo cómo se deshacen, se evaporan y corren a fundirse con el viento para alejarse del lugar donde mora el dolor: la vasta extensión que representa el reino de cuantos te queremos bien. Por eso, amigo mío, por eso nada tengo para ofrecerte; y, sin embargo, quisiera dártelo todo. Busco en la valija de lo que me queda para este crudo invierno que nos azota y hallo el pan cálido de mis abrazos y una inefable tristeza compartida que se alarga conforme permanecen silenciosos los pétalos de la primavera imposible. [IES José Zerpa, 23 de abril de 2009].

Moiras Chacaritas