Otra noche estrellada

Reconozco sin quererlo que te quiero; y que buscaría la llave que todo lo detiene para fundirme contigo en ti, para depositarme en el lugar más remoto de tu corazón, para aletargarme en la cadencia de tus latidos. Para vivir allí el resto de la eternidad. Acepto que te quiero, aunque sólo en este momento te lo diga, aunque nunca más se me ocurra decírtelo, aunque jamás vuelva a reconocerlo. Porque de otro han de ser tu sonrisa y tus besos; de otro, como debe ser, para que todo siga siendo hermoso. Y tú feliz. Y yo con ello.

Pro Marcelas