Más sobre la calidad de las calificaciones: el suficiente como extremaunción. Percibo que muy pocos, poquísimos, se fijan en las calificaciones de los discentes. Es curioso. Las estadísticas educativas centran sus atenciones en el número de suspensos y aprobados globales por etapa, por nivel, incluso por materia, si me apuran, pero nadie atiende a la calidad de estas calificaciones. ¿No es también una manera de supervisar la calidad educativa?
Sigo. ¿Qué límites hay entre un 4 y un 5, entendiendo que esta es la nota mínima del aprobado? Esa nebulosa frontera hace que muchos docentes y los representantes de la inspección educativa apelen a su sentido de la mesura dando por buena las calificaciones inferiores; o sea, que todo cuatro, de una manera u otra, pase a cinco; que los insuficientes sean vistos con generosidad y perspectivas de mejora para que pasen a ser suficientes.
No les culpo por ello. En un momento concreto, bajo unas circunstancias específicas, X ha obtenido un cuatro o un cuatro con algo más. ¿No podría haber llegado a un cinco en otro momento y en otras circunstancias? La pregunta no es baladí, pues lleva a determinar la necesidad de interpretar el estado del discente a la hora de ser evaluado.
Frente a esto, quienes apuntan que dar por bueno el cuatro terminará descalibrando los parámetros cuantificadores. Con el tiempo, un cuatro terminará siendo la nota mínima; y surgirá el debate nuevamente: ¿qué límites hay entre un 3 y un 4?
Calibrar, descalibrar, recalibrar. Acciones son que nos deberían conducir a otra pregunta: ¿No podría haber llegado a un cinco el discente si el instante y las circunstancias del docente hubieran sido diferentes? Quien juzga en el momento X, quizás en el momento X debería ser juzgado. No se alarmen. He dicho “quizás”.