Un docente es un juez. Su sentencia tiene aspecto de firma en el acta final de la evaluación. Yo firmo estas actas. Yo, en consecuencia, soy un juez. Me pagan por dar el visto bueno a las notas que registro. Veo que nadie se preocupa por saber si soy o no un buen docente. Lo presuponen. Superé una oposición, hago cursos de formación (muchos, la verdad), etc. Nadie evalúa a mi alumnado. Nadie impide que no pueda demostrar que vinieron mal preparados. Nadie revisa lo que hago. Me pagan por poner notas como al juez por dictar sentencias. Por eso creo en la deontología inherente a mi profesión. Es lo que me permite dormir tranquilo todas las noches.