Antes entendía la repetición de cursos tal y como ahora se lleva a cabo, que es de alguna manera como siempre se ha llevado a cabo. No sé si es “entender” el verbo que conviene poner. Asumía que un alumno tuviese que repetir un curso completo si no había superado algunas asignaturas.
Ahora, tal y como veo las cosas, no tengo más remedio que concluir que la repetición de curso es, ante todo, un problema de gestión de recursos más que de pedagogía: es más factible recolocar a un alumno en un mismo nivel que atender a todas las variables que pudieran darse si permitimos que pase de curso. Repito: es un problema administrativo, no pedagógico.
Si creásemos infraestructuras administrativas y espaciales adecuadas, sería posible no repetir. ¿Porque mejora el discente así, sin más? No. Porque se evita que repita lo que ya ha aprobado, que es el principal problema que le veo a esta cuestión: si un alumno no domina una asignatura, no la repite sensu stricto, sino que consigue disponer de un nuevo intento para superarla. Lo que se da en ella debería sonarle a novedoso.
Este alumno no debería repetir aquellas materias que ha superado. No es razonable que haga otra vez aquello que ya hizo bien en su momento y que se le calificó de manera positiva. Qué curioso sería que suspendiese el año de repetición aquello que aprobó el primer año.
Si le obligamos a repetir otra vez el curso (dando las materias que no controló el año pasado junto con las que sí) es porque pensamos en los cursos como bloques compuestos por listas cerradas de asignaturas. Si las materias estuviesen abiertas, un alumno podría cursar las del curso al que ha pasado junto con las que le quedan pendientes. Pero esto no es posible por… un problema de infraestructuras.