Teoría vs. práctica vs. experiencia

Teoría. Práctica. Dos realidades que forman parte de un mismo espacio: el del conocimiento, así, en grande, en grande-grande. Concretando el asunto en el ámbito pedagógico y ajustándolo a lo que representa un docente joven, comprobamos que los suyos, los conocimientos que atesora, están repletos de teorías frescas, recién adquiridas, recién instaladas en su intelecto; conocimientos henchidos de planos simétricos, ordenados en su composición, reglados en sus formas. Todo es perfecto en su organización. Teoría milimétrica. Milimétrica, sí, pero disfuncional. Hecha en laboratorios con fórmulas retóricas, no didácticas. En los conocimientos del joven docente falla la práctica. Nada más amenazador para el buque de las teorías que los arrecifes de las prácticas. Que así suceda es comprensible, asumible, aceptable. ¿Acaso corre quien no sabe caminar? El ejercicio escolar le llevará a la práctica, a prestar más atención a lo que se hace que a lo que dicen que se debe hacer.

Mas he aquí que un tercer elemento se suma para completar esta dualidad en la docencia. ¡Qué relevancia más emocional que ejecutiva suele dársele a este terceo en discordia! Su nombre: la experiencia. ¿La experiencia? Sí, la experiencia. Cuanta más, mejor. Al final de una carrera docente vivida con plenitud, el espíritu pedagógico se ha impregnado de tanta experiencia que las teorías, en este punto, hace mucho que murieron y las prácticas se han tornado en acciones cálidas y naturales, ajenas a esa actitud más propia de árbitros de competición.

En esa suerte de campo de batalla que es la docencia diaria, con los años, con los muchos años, el barbecho teórico-práctico ha dejado lugar al sistema de cultivo basado en lo que den de sí la luz, el agua y la tierra en su conjunción estacional, la semilla se planta con cariño, la tierra se ara con suavidad, la espera no impacienta y los brotes se reciben con alegría. Esa es la experiencia. Lo peor de la situación: que esa experiencia no se termina aprovechando, sino que se deja discurrir entre meandros durante el largo devenir de una jubilación gestionada por aguatenientes teóricos.