Hay coños y coños

No censuro el “coño” de Casado porque sea malsonante, sino porque es falso, fingido, sobreactuado; porque no es el resultado de una ocurrencia, sino de algo que pilló en una emisora de radio (donde se recordaba un “coño” que soltó Pedro Sánchez hace años contra Rajoy) y le pareció oportuno escupirlo con el único propósito de mostrar un enfado y una impotencia desmedidas hacia lo que considera (con todo el derecho del mundo y con el respeto que merece su opinión) una mala gestión del jefe del Gobierno; porque se lo estuvo preparando y ensayando antes de salir al escenario, de ahí que carezca del carácter espontáneo que la expresión exige; porque se acompaña de otra sobreactuación en forma de aplausos de su bancada carentes de la naturalidad y el entusiasmo propios que sigue a lo que ha maravillado por su excelencia. Es un “coño” de cartón pluma, de quita y pon, de crío que suelta la palabrota para llamar la atención.

El “coño” de Casado no sería censurable si, como producto de un agrio debate, donde unos dan, otros toman, aquellos empujan y esos arremeten, agotado de tanto ir y venir, necesitase afianzar su posición con un soberano: «coño, que así no es». Ese “coño” colocado ahí libera y descarga de presión al orador ante la incapacidad comunicativa. Es el equivalente a ese célebre «a la mierda» que lanzó un impotente José Antonio Labordeta a la bancada que protegía al ministro Álvarez Cascos de sus preguntas y observaciones interrumpiéndole constantemente y, si me apuran, el que arrojó el esperpento de Tejero el 23 de febrero de 1981, ese «se sienten, coño», que venía a pedir que le hicieran un poquito de caso porque estaba llevando a cabo un golpe de Estado y nadie parecía darse por aludido.

Y sobre la expresión como grosería, sinceramente, después de ver y oír a los ilustrísimos e ilustrísimas decir la cantidad de barbaridades que sueltan a lo largo de las sesiones, de ver y oír la hiriente mala educación que muestran por lo general hacia quien tiene la palabra, de ver y oír la actitud tan reprobable que ofrecen habitualmente y que revela lo muy poco ejemplares que son, después de ver y oír todo esto, ¿qué quieren que les diga? Más zafio me resulta el cinismo de muchas señorías y el descaro con el que echan por tierra la dignidad del puesto que ocupan como representantes públicos.