«Léase cuanto se quiera; quiérase cuanto se lea», una introducción a Mis libros, tus libros. Una antología compartida (Editorial Vecindario, 2017)
Estas dos proposiciones resumen la voluntad, el espíritu, que guía el contenido de estas páginas: el ser una gran fiesta de la palabra, un banquete de placeres literarios que este año, por eso del 25 aniversario de la apertura de nuestro centro, y sin que necesariamente tenga que verse como el inicio de una tradición, hemos querido encapsular en las páginas de un tomo como el que tienes en tus manos. Mostramos de manera excepcional en esta ocasión aquello que se ha venido desarrollando como jornada de lectura desde abril de 2009, cuando se puso en marcha la iniciativa que este feliz curso alcanza su novena edición y cuya mecánica es bien sencilla: permitir a cuantos lo deseen que compartan con los asistentes aquellos fragmentos textuales, sean del tipo que sean, que merecen para ellos la consideración de significativos por su contenido, por el placer que obtuvieron en su momento con su lectura, etc.
Hay que reconocer que, desde sus orígenes, una verdad sobre estas jornadas es irrefutable: que toda la comunidad educativa del IES José Zerpa está con ellas, que las sienten como propias, que las perciben como una de las tantas marcas que nos singularizan y que contribuyen a concedernos un entorno de identidad propio. Esta adhesión, además, se extiende a todos aquellos que, sin pertenecer a nuestra comunidad senso stricto, tienen algún vínculo con ella.
Esta propuesta editorial que tienes en tus manos, pues, busca plasmar en soporte papel aquello que, leído en voz alta, se ha venido escribiendo en los corazones de los receptores de las lecturas durante las ocho jornadas de lecturas vividas hasta ahora, cada una de ellas desde las ocho horas de la mañana hasta las veintitrés horas: la emoción de compartir aquello que nos emociona, la ilusión de que el placer intelectual revivido pueda transmitirse y causar el mismo efecto que en su momento nos causó el acceso al texto prodigioso; en suma, el sentimiento de paz bondadosa que se obtiene cuando, del mismo pan que comemos, damos de comer…
Como es lógico suponer, para esta primera antología hemos querido ser prudentes y no dejarnos llevar por la gula ni por sus seductoras tentaciones, a pesar de que nos “comeríamos” miles y miles de textos como los que componen este libro, tan heterogéneos como hermosos, tan llenos de cariño como de reflejos de un universo único e intemporal que se encierra en los jardines de las almas de nuestros seleccionadores.
Este primer ágape responde a la fijación de unos límites más o menos estrictos en lo que se refiere a la cantidad de testimonios literarios; sobre todo, para calibrar la magnitud de la empresa y no pretender abarcar más de lo que podemos masticar sin accidentes “gástricos”. Si todos los miembros de la comunidad educativa aportasen una sola pieza literaria, necesitaríamos hacer uso de una considerable cantidad de tomos para abarcar la cantidad tan elevada de escritos que sería posible recopilar.
Por eso, desde el primer momento se optó por que el muy querido alumnado de Literatura Universal y Literatura Canaria, que ya ha participado en otros dos amables libros (25 esperanzas contra el dolor y Yo, tú… mujeres, siempre), recibiese una invitación exclusiva para participar en el quehacer editorial; lo que hizo, como se puede comprobar, de manera magistral.
Esta invitación tuvo otras dos extensiones: por un lado, a todos los miembros de los diferentes clubes de lectura que tiene el centro, quienes, como reflejan estas páginas, han hecho una extraordinaria contribución. Conviene, en este punto, agradecer el maravilloso trabajo hecho por nuestras siempre admiradas compañeras Aixa Lorenzo Acosta y Nereida Yánez Ortega con la eficacia, entrega y generosidad acostumbradas.
Esto, por un lado; por el otro, se cursó igualmente una invitación a todos los miembros del claustro docente, respondiendo de manera favorable cuantos aparecen impresos en estas hojas y comprometiéndose a colaborar en futuras ediciones de esta iniciativa, si las hubiera, claro está, muchos de los que no están.
Estos tres colectivos citados son los principales contribuyentes que han sido llamados para nutrir las páginas de esta antología. En una segunda instancia, gracias a sugerencias recibidas o conocimientos puntuales, cualquier otro participante que provenga de otros grupos de nuestra comunidad ha podido sumarse a nuestra industria.
Faltan muchos más, por supuesto: más docentes, más PAS, más familias y, cómo no, que el número de miembros del alumnado se multiplique por dos, por cuatro, por ocho… Faltan muchos, sí, es cierto, mas no sobra ninguno, todos los que están cuentan, todos suman, todos siembran en nuestros intelectos y todos logran hacernos florecer, y solo eso ya nos puede servir para darnos por satisfechos con el resultado obtenido.
Frente a los centones unidireccionales, que consolidan una relación estática entre el emisor (el antólogo), quien decide qué ofrecer y por qué, y los receptores, están las antologías bidireccionales o “dialogadas”, donde todos son emisores y todos son receptores, y donde el editor no es más que un simple moderador que determina cómo organizar los mensajes a partir de ciertos criterios. Nuestro libro pertenece al segundo tipo enumerado. Debe verse, pues, como una gran conversada en la que todos nos enriquecemos con todo lo que se ha puesto sobre la mesa de estas páginas para ser degustado.
Conviene reconocer que ha sido una felicísima coyuntura el hallarnos frente a sugerencias textuales que, por vaya uno a saber qué mil y una razones, nunca se nos hubiese ocurrido leer y que, gracias a que aparecen en estas páginas, han venido a depositarse donde, con el tiempo, se iniciará el impulso que ha de movernos a leer la obra completa, el sagrado cofre de donde proceden el fragmento ofrecido o el reproducido poema.
Siendo así las cosas como son, se entiende la necesidad que inunda la conciencia de quien firma esta parte que lees por dar las gracias sin mesura, por ser infinitas, a cuantos han hecho posible esta gratísima experiencia editorial: muchas gracias a todos los que han participado en este tomo y al Departamento de Actividades, encabezado por nuestra diligente vicedirectora, Paqui Vega Sánchez; y muchas gracias, cómo no, a Juan Carmelo Hernández Expósito, el responsable de la Editorial Vecindario, por su necesario apoyo para que este volumen viese la luz tal y como ahora mismo lo estás contemplando.
Criterios de edición
1. El orden de los textos se ha obtenido de manera aleatoria. A medida que aterrizaban en nuestra bandeja de entrada las sugerencias textuales, se les asignaba un número de llegada. Cuando se cerró la admisión, se utilizó una aplicación informática para obtener una secuencia numérica que determinase la ubicación de las piezas tal y como aparecen en este tomo. Lo que se pretendía con esta operación es consolidar la idea de que ningún texto es mejor que el resto y que, en el gran banquete de las piezas literarias que ofrece este libro, toda vianda lingüística es igual de válida, igual de salutífera y edificante, con independencia del lugar que ocupe.
Esto, que es así y así ha de interpretarse, recibe un tratamiento excepcional en los dos poemas que sirven de apertura y cierre de la selección. Ambos son “encargos” exclusivos del editor al representante oficial de nuestra comunidad educativa, afamado experto en Bob Dylan, al hilo de la concesión del último Premio Nobel de Literatura al genio de Minnesota.
En este sentido, vistas las cosas bajo los efectos de una pócima que ayuda a fantasear (similar a las que podríamos ingerir como Alicia en el País del Zerpa), deberíamos proclamar que el polémico premio le fue concedido a este cantautor, en esta específica convocatoria del célebre galardón sueco, porque nuestro instituto celebraba el 25º aniversario de su apertura durante el presente curso escolar y, atento a su director y a las voluntades antológicas de quien firma la presente, se consideró que nada mejor que pensar en el creador de Wallflower y Going Going Gone para armonizar con música y poesías unidas el texto inaugural y el que sirve para cerrar este florilegio.
El que sea remotísima la posibilidad de la certeza en lo fantaseado implica la necesaria aceptación de que esta contingencia no se pueda negar taxativamente; luego, que hay una ocasión, por muy atómica que sea, de que no sea imposible. En literatura, lo posible puede ser veraz en tanto que ya es verosímil…
2. Se ha simplificado la referencia bibliográfica solicitada en la convocatoria para participar en esta iniciativa editorial. Al principio, se solicitó una mención completa sobre la procedencia de los fragmentos que incluía detalles como la editorial, el número de páginas donde se podía localizar el extracto, etc.; pero muchas de las menciones recibidas atesoraban problemas cuya resolución dilataba el tiempo escaso que podíamos dedicar a cada texto. Esto nos llevó a evaluar hasta qué punto era importante tanta exactitud y se propuso como solución argumentada limitar la información bibliográfica a unos mínimos irrenunciables: identificación del autor, título del libro donde aparece la pieza literaria o, en su defecto, de la pieza misma, y año en el que la creación literaria fue dada a conocer al gran público.
De esta manera (he aquí el sustento al calificativo de “argumentada”), no solo se simplificaba el trabajo, sino que se favorecía el que se pudiera dar una deseable reacción en el destinatario: que, tras la lectura del cachito reproducido, sintiese deseos por acudir a la obra completa, que se olvidase de la parte en cuestión para ir al todo; que se desentendiese, en suma, del aperitivo suelto, del disperso postre, de la descontextualizada guarnición, para cumplir con el ritual de dar buena cuenta, en orden y con toda su amplitud, de cuanto puede degustarse en un título con el fin de que, llena la valija, se asentase en su ánimo el deseo de participar en literarias cuchipandas o francachelas como esta que tienes en tus manos, que, dada la gastronómica trayectoria metafórica seguida hasta ahora, solo puede concluir esta introducción de una sola manera: deseándoles en la lectura de estas páginas bon appétit.