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La Transición como prólogo y epílogo de un relato inconcluso. Notas para una historia agüimense 7/7

D / Las páginas que siguen a este prólogo tienen un vigor, una intensidad, un ritmo bastante más perceptible que los tres que le han precedido sobre Agüimes durante el Franquismo. Así se lo comentaba al autor en el transcurso de esta edición al hilo de la cantidad de enunciados, notas, características de las aportaciones que contenía el libro, etc. Los otros –le decía– eran menos complejos, más plácidos, si se me permite la expresión, pues se ambientaban en medio de una atroz dictadura donde todo, de un modo otro, queda estancado y sin ese punto de conflictividad que alcanza a recogerse en este tomo, que es más vivo, más trepidante, más afín a la época que muestra. Tanto es así que, por momentos, no he podido evitar el trazado de una analogía, más lúdica que científica, entre las figuras históricas de la época y quienes estaban gestionando en Agüimes el tránsito de una etapa a otra. ¿Quién hizo un papel similar al de Juan Carlos I en esta noble villa grancanaria? ¿Quién hizo de Arias, de Suárez, de Carrillo o de González? Es un simple divertimento el planteado, lo sé, que a buen seguro entretendrá a no pocos que quieran llevar a más lo que no deja de ser una idea pasajera acorde a los cambios profundos que se producían en el municipio y que parecían responder al estímulo de lo que pasaba en el territorio peninsular. Refuerzan esta percepción las propias palabras de nuestro autor cuando afirma, en el capítulo preliminar, que «el caso de Agüimes es representativo de esta época predemocrática: renuncias al cargo, alto nivel de absentismo y consiguiente inestabilidad política, que entorpecía con cierta frecuencia el normal funcionamiento del Ayuntamiento».

Aquí, en este libro que nos reúne, se habla de protagonistas, de ese doble conjunto de personajes principales que la etapa tuvo y que, como ocurre con el periodo histórico desde su enfoque nacional, contribuyeron a que Agüimes llegara a ser lo que es: por un lado, quienes desde las instituciones promovieron el cambio; por el otro, quienes desde la calle, desde esa normalidad asumida como tal –parafraseando a Suárez–,[1] contribuyeron a impulsar los cambio desde el principal instrumento que tienen las sociedades: la conciencia colectiva y, con ella, la adaptación a los nuevos estados para mejorar los parámetros que configuran la cotidianeidad. A la epopeya de lo memorable le ha de acompañar siempre la humildad y esencialidad del relato corto, donde se recoge aquello que configura el día a día de los vecinos reflejado en gestiones como: obras municipales, el servicio de aguas, la sanidad, el medio ambiente, los deportes, el transporte, el turismo, la educación, la cultura, las fiestas, las empresas, la beneficiencia… Basta con mirar el índice de este tomo para saber cómo se articulan los verdaderos engranajes internos de la Historia como ciencia atenta a la evolución de las sociedades. Por cada acontecimiento grande, miles de pequeños que lo han permitido.

Este volumen empieza en 1977 y hemos convenido en que la Transición comenzó a finales del 75, con la muerte del dictador. El tramo que separa ambos años se atendió en el tercer capítulo del último tomo sobre la dictadura franquista en Agüimes, donde se abordan los años en los que fue alcalde del municipio Luis Trujillo González (de julio de 1969 a octubre de 1977). Esta división en dos etapas de lo que era una a nivel nacional muestra la singularidad con la que el proceso se desarrolló aquí.

La Transición en Agüimes da cuenta del breve período de la Alcaldía de Rigoberto Artiles Romero (octubre de 1977 a abril de 1979), el último alcalde predemocrático, quien llega al cargo de una manera un tanto sorprendente; y la de Antonio Muñiz González (abril de 1979 a mayo 1983), elegido en las primeras Elecciones Locales democráticas desde el 31 de mayo de 1931, quien deja la Alcaldía de un modo no menos llamativo: los mismos que le habían apoyado para ser regidor, el grupo de Roque Aguayro, en cuyas listas se presentó como número uno a las elecciones municipales, se vieron abocados a presentarle una moción de censura el 4 de junio de 1980 junto con el PSOE. La defensa de los motivos que la justificaban fue expuesta en su momento, ante el pleno municipal, por nuestro autor. Aunque la moción fue aprobada por 10 votos a favor y cinco en contra, el alcalde no abandonó su puesto porque le amparaba una circunstancia legal. Hubo una nueva petición de dimisión en octubre que vino aparejada con la declaración de “persona non grata”, pero siguió en el cargo; y aunque el 1 de diciembre de 1982 presidió su último pleno, continuó al frente del Ayuntamiento agüimense hasta el mes de mayo siguiente… Sirvan, como muestra del contenido de este libro, el apunte que, sobre la situación expuesta, hace Fernando Romero como testigo y protagonista de estos hechos:

Es evidente que el comportamiento del alcalde fue para Roque Aguayro un doloroso golpe bajo. Pero a pesar de su persistente y numantina resistencia a abandonar la Alcaldía, Antonio Muñiz, paradójicamente, terminó cediéndola con una pasmosa facilidad al concejal de UCD, Antonio Bordón Alemán. Este concejal, sin rubor de ningún tipo, se encaramó a la Alcaldía durante los últimos seis meses de la legislatura, cargo para el que no estaba legitimado democráticamente, ya que nadie lo había elegido. Había accedido al cargo por decreto del Sr. Muñiz, alcalde dos veces censurado, previo cambio de orden en las tenencias de Alcaldía y con el subterfugio legal de nombrarlo “alcalde accidental”.

También se abordan en estas páginas el nacimiento del Polígono Residencial de Arinaga, la trayectoria de UCD en el municipio y el surgimiento de una fuerza política que ha condicionado la vida de los agüimenses desde su fundación, Roque Aguayro. Todo ello precedido de un capítulo preliminar donde se da cuenta de aquellos aspectos más sobresalientes del período comprendido entre 1977 y 1983. Comoquiera que este análisis proviene de un experto como Fernando Romero, he considerado improcedente abordar en el prólogo que nos une cuanto nuestro autor señala de manera magistral sobre la etapa.

Si las elecciones del 82 que dieron la victoria al PSOE vienen a representar de alguna manera el fin de la Transición, la fundación y acceso al Ayuntamiento agüimense de Roque Aguayro también simboliza el fin de esta etapa. Aunque ambas circunstancias permiten concebir el nacimiento de una nueva época regida bajo la fortaleza de la democracia, hay un matiz que, a mi juicio, engrandece la parte que corresponde a la formación política del sureste grancanario: su pervivencia a lo largo de todo este tiempo. Mientras el PSOE de Felipe González iba decreciendo hasta el punto de convertirse en un grupo cuestionado y cuestionable que los votantes no dudaron en apartar de sus responsabilidades ejecutivas en 1996, cediendo a Aznar el testigo, en Agüimes la situación era y es distinta. El mismo colectivo que accedió a la gestión municipal en 1979 es el que aún sigue vigente, lo que representa un hecho excepcional en sí mismo porque, en democracia, eso significa un absoluto respaldo de la ciudadanía. Estos son los datos obtenidos en las diferentes elecciones locales convocadas en España desde la reinstauración de la democracia:[2]

Máximo de concejales posibles: 17.

  • 1979. Población: inferior a 13.632 habitantes (dato de 1981). Concejales: 10.
  • 1983. Pob.: inferior a 14.622 hab. (dato de 1986). Concejales: 11.
  • 1987. Pob.: 15.040 hab. Concejales: 9.
  • 1991. Pob.: 16.156 hab. Concejales: 11.
  • 1995. Pob.: 18.078 hab. Concejales: 11.
  • 1999. Pob.: 19.935 hab. Concejales: 11.

Máximo de concejales posibles: 21.

  • 2003. Pob.: 23.572 hab. Concejales: 15.
  • 2007. Pob.: 27.310 hab. Concejales: 15.
  • 2011. Pob.: 29.767 hab. Concejales: 14.
  • 2015. Pob.: 30.294 hab. Concejales: 17.
  • 2019. Pob.: 31.619 hab. Concejales: 16.

La evolución del municipio ha ido pareja a la del colectivo Roque Aguayro,[3] que ha sabido adaptarse a cada momento hasta el punto de representar, creo que de manera inmejorable, el verdadero espíritu de la Transición entendida como un proceso que debía conducirnos a una España mejor; un país donde los fallos de la República (que los hubo, por supuesto que los hubo) se hubiesen depurado, tomando de ella los nutrientes que nos enriquecen como sociedad volcada en la justicia, la paz, la igualdad, la cultura y la educación.

Mientras las instituciones nacionales y locales, durante estas cuatro décadas, han ido ahogándose en la responsabilidad que suponía aceptar el símbolo último de la etapa que nos convoca y que debía cerrar el gran desorden que ha supuesto para la razón, la concordia y el progreso la Guerra Civil y el Franquismo; mientras este deterioro aquietaba y bloqueaba el acceso a ese presente y futuro deseados, aquí, en Agüimes, un grupo de ciudadanos comprometidos con esos principios de justicia, paz, igualdad, cultura y educación apuntados, y conscientes de lo importante que es adaptarse a los tiempos y evolucionar sin perder la esencia,[4] ha conseguido desarrollar un proyecto de comunitario que, aunque sea mejorable (todo lo es per se), es modélico, un espejo en el que han de verse otros municipios, otras islas, otras provincias y otras comunidades autónomas.

Este libro cuenta cómo ha sido posible esto, cómo aquí se consiguió seguir el camino que mostró el espíritu noble de la Transición en forma de Estrella del Norte que guiaba a quienes emprendían el arduo viaje de volver al luminoso camino que las atrocidades de la guerra y el Franquismo habían oscurecido y bloqueado, y que muchos terminaron por no saber interpretar, volviendo sobre los pasos y, en el peor de los casos, retrocediendo hasta mucho antes de aquel 20 de noviembre de 1975 en el que comenzó esta odisea repleta de cantos de sirenas, cíclopes y veleidades del panteón nacional. Agüimes ha sabido llegar hasta Ítaca. La dureza del viaje nadie la niega, como queda testimoniada en estas pinceladas de Fernando Romero sobre las primeras andanzas del colectivo:

«[…] la empresa no fue nada fácil para Roque Aguayro. Todos los frentes reaccionarios y poderes fácticos de una sociedad típicamente rural como la de Agüimes de entonces se resistían a ceder su tradicional influencia política y social. El aterrizaje in extremis de Antonio Muñiz González en Roque Aguayro fue un craso error, propio de principiantes, que el colectivo tuvo que pagar por su inexperiencia inicial. […] El primer gran obstáculo al que tuvieron que enfrentarse los nuevos concejales fue a la propia inercia del funcionamiento interno del Ayuntamiento heredado del franquismo (problemas con el secretario y con la jefatura de la Policía Municipal). Pronto, estos jóvenes concejales (“los chicos”) tuvieron que hacer frente a la influencia tradicional de la iglesia local que había optado políticamente por UCD, y también tuvieron que enfrentarse al poder caciquil de las Heredades […] Los jóvenes concejales habían luchado por un cambio de mentalidad, produciéndose en Agüimes, finalmente, una auténtica ruptura democrática, frente a la reforma o reformismo universalmente extendido por el país.

Por eso, cuando se habla de la Transición en este lugar, no solo hay que poner la palabra en mayúscula (porque es un hecho histórico y porque, como señalé al principio, es un hecho histórico mayúsculo), sino que conviene ponerla en negrita, subrayada y en caracteres tipográficos destacados. Aquí, en esta noble tierra, lo mayúsculo se vuelve mayestático.

BIBLIOGRAFÍA

  • Baby, Sophie [2018]. El mito de la Transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982). Akal.
  • Bowers, Claude G. [2009]. Mi misión en España. En el umbral de la Segunda Guerra Mundial. Arzalia Ediciones.
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  • Claret, Jaume [2019]. Ganar la Guerra, perder la paz. Memorias del general Latorre Roca. Crítica.
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  • Fernández-Miranda, Juan [2015]. El guionista de la Transición. Torcuato Fernández-Miranda el profesor del Rey. Plaza & Janés.
  • Fernández-Monzón, Manuel y Santiago Mata [2014]. El sueño de la Transición. Los militares y los servicios de inteligencia que la hicieron posible. La esfera de los libros.
  • Juliá, Santos:
    • [2017]A. Transición. Historia de una política española (1937-2017). Galaxia Gutenberg
    • [2017]B. «Santos Juliá: “en la Transición, el consenso duró un año”» en El País, edición del 22 de octubre.
    • [2019]C. Demasiados retrocesos. España 1898-2018. Galaxia Gutenberg.
  • Molinero, Carme y Pere Ysas [2018]. La Transición. Historia y relatos. Siglo XXI.
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    • [2014]B. La política de la venganza: el fascismo y el militarismo en la España del siglo XX. Península.
    • [2015]C. «Franco: mitos, mentiras y manipulaciones» en 40 años con Franco. Edición de Julián Casanova. Editorial Crítica
  • Roca, Miquel [s.f.]. Entrevista publicada en el portal creado para conmemorar el 40 aniversario de la Constitución. Disponible en: https://www.constitucion40.com/miquel-roca-ponente-constitucional/.
  • Sánchez-Cuenca, Ignacio [2009]. «La violencia terrorista en la Transición española a la democracia» en Historia del presente, n.º 14, págs. 9-24.
  • Tusell, Javier:
    • [2007]A. Historia de España en el siglo XX. III. La dictadura de Franco. Taurus.
    • [2007]B. Historia de España en el siglo XX. IV. La transición democrática y el gobierno socialista. Taurus.

[1]. «Elevar a la categoría política de normal lo que a nivel de calle es simplemente normal» es una célebre afirmación de hizo Adolfo Suárez el 6 de julio de 1976, ante las cámaras de RTVE, en su primera intervención como presidente del Gobierno; y que adquirió mucha notoriedad cuando la repitió en el discurso que expuso en las Cortes el 10 de septiembre de ese año para defender el voto favorable a la Ley para la Reforma Política.

[2]. Información obtenida en las siguientes páginas web: https://www.datoselecciones.com/elecciones-municipales-1991 y https://www.foro-ciudad.com/las-palmas/aguimes/habitantes.html#EvolucionTabla.

[3]. Cuya denominación, por otro lado, es otra de las contribuciones de nuestro autor a los hechos que nos convocan en este tomo. Así lo cuenta: «[…] Y en una de estas, Fernando Romero Romero cae en la cuenta de que esa montaña/roque llamada “Roque Aguayro” se podía observar desde todos los núcleos de población del municipio o en el camino hacia cualquiera de ellos, por lo que muy bien podría convertirse –pensaba– en el símbolo de la nueva forma de entender el municipio de Agüimes. Además, dicho nombre únicamente era repetido en el casco de Agüimes, pues en ningún barrio existía calle o local, público o privado, con tal denominación. Por tanto, con el nombre “Roque Aguayro” se conseguía lo siguiente: 1. Se delimitaba de forma terminante el único objetivo: trabajar en exclusiva por y para el municipio de Agüimes, al margen de dependencias de otras organizaciones políticas o de intereses de partidos, cualquiera que fuera su color. Este símbolo podía convertirse en el elemento aglutinador de unión y de solidaridad municipal; 2. Al tratarse de un elemento físico del paisaje, se difuminaban las connotaciones políticas (derecha-izquierda) desde la propia denominación de la candidatura, que había sido una de las causas del rechazo del término “asamblea”; y 3. La referencia expresa al mencionado elemento geográfico lo convertía en símbolo de lo que la candidatura pretendía: irradiar la acción municipal hacia todos y cada uno de los barrios, independientemente del número de habitantes de cada uno de ellos o de su trayectoria histórica».

[4]. «El político es necesariamente posibilista. Tiene que adaptarse a los hechos y a las circunstancias. Por eso a veces parece que cambia. Creo que eso es lícito al político, con una sola limitación: que no cambie de ética. Si la reconversión afecta a las raíces éticas, el político debe retirarse a un cenobio. Pero la adaptación al terreno es esencial al político y al guerrero», le dijo Torcuato Fernández Miranda a Pilar Urbano [Fernández-Miranda].