Donde hay cantidad, ¿cabe hablar de calidad? En un mercado bien surtido, ¿hay calidad de productos? Si no hubiera género, lógico es concluir que no sería posible que hubiese calidad; pero el hecho de que este exista no conlleva necesariamente el que esta se halle. Calidad. Cantidad. Insisto en los términos pensando en la expresión “calidad educativa”. ¿Calidad educativa o “cantidad” educativa? Abrir más centros, tener más docentes, disponer de más medios educativos, formalizar mil y una disposiciones administrativas… ¿representan por sí mismo la calidad?
Si el número de aprobados en una clase, en un nivel, en una etapa, es muy elevado, ¿hemos de hablar de calidad educativa? La cantidad de aprobados es alta; mas, ¿alguien piensa en la calidad de esos aprobados?
Me inquieta percibir que, por atender a una parte del objetivo (la cantidad de aprobados) quizás se haya descuidado la otra, consustancial también al objetivo: la calidad de los aprobados. Que en una clase apruebe la mayoría no es señal de calidad educativa, y más si en las calificaciones predominan los suficientes, que en ocasiones (más de las que nos gustaría) no pasan de ser “insuficientes” vistos con generosidad y perspectivas de mejora.
En cambio, el que abunden los sobresalientes quizás sí sea una señal de calidad; un indicador que, por otro lado (necesario es apuntarlo), está sumamente condicionado por el fiel cumplimiento que el docente de turno debe al código deontológico de su noble quehacer: dar premios a quien no es merecedor de ellos es faltar gravemente al principio de honestidad inherente a la profesión; o sea, prevaricar.