¿Envidio a quien no aprecio, no valoro, no sigo, no promociono, no siento parte de mi universo, no admiro, no me gusta, no ensalzo…? ¿Puedo entender y, cómo no, valorar el que, para defenderme, digas que envidia de ser como yo tiene aquel que no me aprecia, ni me valora, ni me sigue, ni me promociona, ni me siente como parte de su universo, ni me admira, ni le gusto, ni me ensalza…? Cuando habla el corazón, la verdad suele dormir. Al sabio, al millonario, al que goza de prestigio colectivo, al bello, ¿los envidio si no hablo bien de ellos? Fascina comprobar cuántos conflictos se justifican por la vía de la envidia y asombra descubrir cuántos de los que atribuyen envidias a otros son en realidad los auténticos envidiosos que atribuyen aquello que les consustancial a ellos mismos.